OPD July 4, 2019 Edited by Elizabeth Cosgriff. Proofreader: please backdate and send URL to translator, thx (article already published elsewhere in English)
Todo empezó el 14 de julio de 2017. Ese día, Donald Trump estaba en París, invitado por el presidente francés Emmanuel Macron. Y los dos, juntos, asistieron al desfile del Día de La Bastilla.
El despliegue militar del país que aportó a la Humanidad los términos “Libertad, Igualdad, y Fraternidad”, y “Chauvinismo” impresionó al presidente estadounidense. Tanto que él mismo dijo que la demostración protonapolénica de los franceses “es uno de los mejores desfiles que he visto”. Así que, en cuanto llegó a Washington, “una de las primeras llamadas que hice fue para decir “hay que empezar a ver cómo hacemos esto nosotros. Así que estamos pensando en el Cuatro de Julio, en la Avenida Pensilvania”.
Tres años después, la amistad entre Macron y Trump se ha evaporado, como ha reflejado el ‘troleo’ del Palacio del Elíseo a la hija del presidente estadounidense, Ivanka, con la publicación en Instagram de un vídeo de ella en la que se la ve hablando con cinco dirigentes mundiales – Theresa May, Christine Lagarde, Angela Merkel, Justin Trudeau, y el propio Macron – que, literalmente, no saben dónde meterse cuando la asesora del presidente y ex diseñadora de zapatos abre la boca. Pero el desfile ha seguido adelante.
Así que hoy el presidente estadounidense dará un discurso en el Monumento a Lincoln, en esa ciudad, junto a varios tanques y vehículos blindados traídos por tren y camión desde la base de Fort Stewart, en Georgia. El cielo de Washington será surcado por cazas F-22 y cazabombarderos F-35 y F-18, y hasta por uno de los Air Force One, los Jumbos que el jefe del Estado y del Gobierno de EEUU emplea para sus desplazamientos (y que, según la agencia de noticias Bloomberg, le hacen el segundo mandatario del mundo que emite más gases que provocan el calentamiento de la Tierra, tras el japonés Shinzo Abe). El tráfico militar obligará a cerrar durante varias horas el Aeropuerto Nacional Reagan, que está junto a Washington.
Pero no habrá desfile de fuerzas de Tierra, fundamentalmente porque los tanques M-1 Abrams de sesenta toneladas reventarían las calles de la capital estadounidense, que, al contrario que París, no está acostumbrada a este tipo de eventos.
DESFILE MILITAR, PELIGRO DE INCIDENTES
De hecho, Estados Unidos es un país en el que los desfiles militares no tienen tradición. Así que la idea de Trump ha provocado una tremenda controversia. Encima, hay que tener en cuenta que, tradicionalmente, la agenda del presidente el Cuatro de Julio es privada o semiprivada. Y hoy Trump va a hablar a 5.000 personas en el Mall, en un evento denominado “Saludo a América”.
Todo esto es totalmente inusual en Estados Unidos. La última vez que hubo un desfile militar en Washington fue en 1991, para celebrar el final de la Guerra del Golfo, en la que EEUU, al frente de una coalición de más de 20 países – entre ellos España – expulsó a Irak de Kuwait. Y para encontrar un mensaje del presidente a la nación hay que ir todavía más lejos: a 1951, cuando, en medio de la guerra de Corea, Harry Truman habló al país. En EEUU, el Día Nacional es para barbacoas, para ver los fuegos artificiales, y, desgraciadamente, para cometer asesinatos. Pero no para desfiles.
Y, además, está el peligro de incidentes. El grupo neonazi Proud Boys, que ya se manifestó en el mitin de Trump en Orlando hace dos semanas, va a estar en el Mall. Code Pink – la organización que ocupó la embajada de Venezuela en Washington para impedir que el Gobierno de Juan Guaidó asumiera el control de la representación diplomática – va a estar, también, presente, con el mismo ‘bebé Trump’ inflable usado recientemente en Londres y en Orlando por los enemigos del presidente.
Entretanto, nadie sabe el coste de la celebración, pero éste podría oscilar entre 2,5 y 11 millones de dólares de dinero público (de 2,2 a 9,7 millones de euros), sin contar el coste del desplazamiento de las unidades militares ni el combustible de los aviones.
A quienes parece haberles gustado menos la idea es a los propios militares, sobre todo después del escándalo desatado por la orden de la Casa Blanca de mover fuera del campo de visión del presidente el destructor John McCain durante la visita que Trump hizo al puerto de Yokosuka, en Japón, donde el barco tiene su base. Así, Trump no tuvo ni que leer en el casco de un barco el nombre de su enemigo político y héroe de Vietnam.
Aunque los altos mandos de las Fuerzas Armadas, con su habitual disciplina, han acatado sin rechistar las órdenes y estarán junto a Trump en el acto, los generales retirados no han hilado tan fino. “Estos eventos son una táctica de quienes quieren envolverse en los símbolos de lo que somos en vez de celebrar lo que somos”, ha declarado el general retirado Jason Dempsey. El teniente general David Barno, ex comandante en jefe de las fuerzas en Afganistán con George W. Bush, ha ido más lejos, al decir que el desfile “parece mucho más un evento del Partido Republicano – un evento político sobre el presidente – que una celebración nacional del Cuatro de Julio”.
Y todavía cabe pensar un escenario más surrealista: ¿qué pasa si no va nadie? Trump, el presidente que creó una polémica absurda con su insistencia de que había ido más gente a su toma de posesión del cargo que a la de Barack Obama, podría encontrarse con un desfile sin gente. O con poca gente. Si ése es el caso, mañana por la mañana habrá que estar más atentos de lo habitual a Twitter.
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