Trump ataca ahora a todos los chapines
En su furibundamente irreflexiva reacción ante el engaño de Jimmy Morales, Enrique Degenhart y Sandra Joviel en el caso de la legal y moralmente imposible decisión de forzar con amenazas la conversión de Guatemala en un “tercer país seguro”, Donald Trump anunció ayer su inminente decisión de imponer a todos los guatemaltecos, todos, una prohibición de viaje para Estados Unidos. Esto se une a los aranceles, más tarifas y a castigar el dinero enviado al país por los inmigrantes guatemaltecos. Internamente, los dos aspirantes a la presidencia a través de sus voceros coincidieron el pedir al gobierno dejar al nuevo ejecutivo la negociación con Estados Unidos. Cada día aumenta la tensión y el riesgo alcanza a los dos mandatarios involucrados.
A mi entender, entonces, ninguna persona, por el hecho de ser guatemalteco, podrá visitar Estados Unidos. Estos viajes se deben al deseo de hacer turismo, de visitar a los familiares y amigos, y también a establecer y mantener relaciones comerciales exitosas con ese país. El sector privado no tardará en sufrir las potenciales consecuencias, en especial en las empresas medianas y pequeñas, ni los grandes conglomerados empresariales, sobre todo quienes tienen en la Unión Americana a sus principales clientes. Llama la atención la falta de unidad de criterio privado, porque los efectos pronto los alcanzarán a todos, aumentará el desempleo y con ello la cantidad de migrantes. El efecto será la pauperización de un porcentaje aún mayor de guatemaltecos.
Las líneas aéreas de Estados Unidos son buen ejemplo de las empresas afectadas. Los turistas de ese país talvez mantengan por un tiempo su ritmo de visitas, pero quienes deseen visitar la tierra del Tío Sam no podrán hacerlo y ello afectará la economía empresarial, con sus consiguientes efectos en la fuerza laboral. Lugares como Miami, preferidos por los centro y sudamericanos a causa de poder hablar español, saldrán afectados en segmentos como el de quienes trabajan en restaurantes y hoteles, donde por ironía hay una importante base republicana. De allí puede arrancar una corriente republicana y al mismo tiempo antitrumpista, algo impensable hasta hace poco. Por eso se puede hablar de una tormenta a un paso de convertirse en perfecta para Trump.
La embajada guatemalteca en Washington debería, pero no lo hace por la incapacidad de quien la maneja y porque ha participado, convencer a Donald Trump de un hecho: el engaño en su contra, por lo cual está justificadamente furibundo, no es una acción apoyada por los guatemaltecos comunes y corrientes, quienes tradicionalmente han visto a Estados Unidos como un país amigo. Por eso es doblemente absurdo e injusto el castigo a la totalidad de quienes hemos nacido o vivido en esta tierra. Somos víctimas de la estupidez, la estulticia, la incapacidad, y el engaño. El voto en las elecciones le llegó por ser contra Sandra Torres y porque mintió con todo descaro: Ni corrupto ni ladrón. Según los mentirosos, pueden mentirle a todos sin tener consecuencias. No es así.
Ante el ataque generalizado, los guatemaltecos no tenemos alternativa: unirnos en defensa de todos, más allá de las consideraciones de otro tipo, como raza, credo religioso, político, etcétera. Nunca habíamos sido víctimas de una andanada tan injustificada e inmerecida. En sentido figurado, tenemos un enemigo a la puerta. La justificación del ataque es el hecho de ser guatemaltecos, sin distinción de nada. Nuestra sociedad se caracteriza por sus divisiones, por sus desconfianzas, y por cualquier otro motivo causante de separación. Siempre nos han ganado por eso y va incluso a los tiempos prehispánicos. Debemos, como sector no gubernativo, llamar a entidades internacionales como la OEA y la ONU, aquellas relacionadas con el DR-Cafta, porque esos países saldrán también afectados.
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