Only a conspicuous mind would be able to unravel the meaning behind the words spoken by Vice President Teddy Roosevelt a few weeks before his arrival at the White House, after the assassination of President William McKinley in 1901: “Right here let me make as vigorous a plea as I know how in favor of saying nothing that we do not mean, and of acting without hesitation up to whatever we say. A good many of you are probably acquainted with the old proverb: 'Speak softly and carry a big stick -- you will go far.'”
Later he would add: “Boasting and blustering are as objectionable among nations as among individuals, and the public men of a great nation owe it to their sense of national self-respect to speak courteously of foreign powers, just as a brave and self-respecting man treats all around him courteously. But though to boast is bad, and causelessly to insult another, worse; yet worse than all is it to be guilty of boasting, even without insult, and when called to the proof to be unable to make such boasting good ... If the American nation will speak softly, and yet build, and keep at a pitch of the highest training, a thoroughly efficient navy, the Monroe Doctrine will go far. I ask you to think over this.”
The concept of the “Big Stick” clearly defined Roosevelt's resolution to enter into agreements with other parties on the premise that he could place the “Big Stick” on the negotiating table, next to the ostentatious presidential chair, so as not to leave any doubt of its violent implementation in the event that no conclusion was reached in favor of Uncle Sam’s economic interests. In this specific case, the conclusion was an armed intervention in the Southern Hemisphere’s member countries.
Roosevelt and various other U.S. presidents have used the forceful “Big Stick” method to get the better of not only Mexico but also Haiti, the Dominican Republic, Nicaragua, Guatemala and Panama, among many other countries that make up the global concert of nations. How far we are from the words of Woodrow Wilson: “The truth is, we are all caught in a great economic system which is heartless.”
Nowadays, it is no longer necessary to send fearsome Marines to invade another country in order to safeguard Yankee interests. President Donald Trump counts on another type of “stick” with extraordinary efficiency and a lower operating cost, one that doesn’t require the mobilization of one or many fleets to bring his arbitrary politics of dispossession to life in the use and abuse of the United States’ grand economic power. The “Big Stick” is known these days as a “tariff.” It’s enough for Trump to simply sign an order, by which a tax is imposed on the importation of certain products coming from whatever part of the world, in order to “reason" with different governments that are reluctant to accept unreasonable and intolerant dictates from Washington.
Trump no longer has to send troops to Mexico, as happened in 1846, 1914 and 1917, and which was on the verge of happening again in 1927, to impose his every whim. It was enough to withdraw customs officers at the border for a few days to complicate and stop the passage of thousands of cargo vehicles containing perishable Mexican products, which consequently went bad, resulting in multimillion dollar losses. Mexico, an oil country, imports the great majority of its oil and gas to the United States. If the furious White House occupant decides to impose a levy on these energy sources or cancel exports to convince the Mexican government that it is incompetent in fighting the war on drugs and unable to stop the flow of migrants to the United States, devastation to the Mexican economy would occur in unmeasurable proportion, not to mention the damage that it would also do to American industry, even if just for a few days.
These days, Trump doesn’t need to send in the Marines to impose his politics; it’s enough to press the button known as “tariff” to unsettle the world economy with consequences beyond his incendiary imagination.
Trump y el Gran Garrote
Sólo alguna mente conspicua pudo desentrañar el sentido de las palabras pronunciadas por el vicepresidente Teddy Roosevelt un par de semanas antes de llegar a la Casa Blanca, después del asesinato del presidente William McKinley en 1901: “Aquí mismo permítanme hacer un enérgico llamado, como yo sé hacerlo, en favor de no decir nada que no queramos decir, y de actuar sin vacilación en defensa de cualquier cosa que digamos. Probablemente muchos de ustedes conocen el viejo proverbio: 'Habla con suavidad y camina llevando un gran garrote”.
Más tarde agregaría: “La jactancia y las fanfarronadas son tan objetables entre las naciones como entre los individuos, y los hombres públicos de una gran nación deben a su sentido de autoestima nacional expresarse cortésmente sobre las potencias extranjeras, de la misma manera que un hombre valiente y respetuoso trata con cortesía a todos a su alrededor. Pero aunque jactarse es malo, e insultar a otro sin motivo es peor, aún peor es alardear, incluso sin insultar, y cuando se responde no poder hacer efectiva semejante jactancia... Si la nación estadounidense se expresa con suavidad y, al mismo tiempo, conforma y mantiene en la más elevada preparación una armada completamente eficiente, la Doctrina Monroe llegará lejos. Pido que piensen sobre esto.”
El concepto del Gran Garrote define con claridad la voluntad de Roosevelt para llevar a cabo acuerdos con sus interlocutores, sobre la base de mostrar el Big Stick en la mesa de negociaciones, colocado a un lado del ostentoso sillón presidencial, de modo que no quedara la menor duda de su utilización violenta en el evento de no llegar a una conclusión favorable a los intereses económicos del Tío Sam, en el caso concreto, el recurso de una intervención armada en los países integrantes del hemisferio sur.
Roosevelt y varios otros presidentes de los Estados Unidos utilizaron de manera contundente el Gran Garrote para invadir no solo México, sino también Haití, República Dominicana, Nicaragua, Guatemala y Panamá, entre otros muchos países que conforman el concierto mundial de las naciones. ¡Qué lejos estamos de la sentencia dictada por el presidente Woodrow Wilson cuando declaró: “La verdad estamos atrapados en un gran sistema económico que no tiene corazón”!
Hoy en día, ya no es necesario enviar a los temidos marines a invadir otro país para salvaguardar los intereses yanquis, el presidente Trump cuenta con otro tipo de garrote de extraordinaria eficiencia y de menor costo operativo, ya que no requiere de la movilización de una o varias flotas para poder materializar sus políticas arbitrarias de despojo en uso y abuso del gran poder económico de Estados Unidos. El Big Stick es conocido el día de hoy como “arancel”. Basta con que Trump firme una orden, mediante la cual se imponga un impuesto a la importación de ciertos productos provenientes de cualquier parte del mundo, para “hacer entrar en razón” a diferentes gobiernos reacios a aceptar los dictados intolerantes y sordos de Washington.
Trump ya no tiene que enviar tropas a México, tal y como ocurrió en 1846, 1914 y 1917 y estuvo a punto de volver a ocurrir en 1927, para imponer sus caprichos, bastó con el retiro de oficiales aduaneros de la frontera por unos cuantos días para complicar y detener el paso de miles de camiones cargados de productos perecederos mexicanos que se pudrieron con las consecuentes pérdidas multimillonarias. México, un país petrolero, importa la inmensa mayoría de sus gasolinas y de gas de Estados Unidos. Si el furioso inquilino de la Casa Blanca decidiera imponer un gravamen a esas fuentes energía o cancelar las exportaciones para convencer al gobierno mexicano de su inutilidad en el combate al narcotráfico o de su incapacidad para detener el flujo migratorio hacia Norteamérica, la devastación de la economía mexicana sería de proporciones incuantificables, sin olvidar el daño que también se ocasionaría a la industria norteamericana, por más que se tratara de unos cuantos días.
Hoy en día, Trump no tiene necesidad de enviar a los marines para imponer sus políticas, basta con que apriete un botón conocido como “arancel” para desquiciar la economía planetaria con consecuencias que escapan a su incendiaria imaginación.
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.