07 de Septiembre de 2019
“En la época digital, en cambio, ese modelo parece bastante razonable, hasta el punto de que nadie se pregunta de verdad cómo es posible que Amazon o Facebook o Twitter no tengan un gran número de competidores directos, mientras que Volkswagen o Nestlé sí los tienen. Algo ha cambiado, y si intento explicar qué es, debo recurrir a una metáfora, la de los naipes: En el pasado, hacer negocios consistía en inventar juegos factibles con una determinada baraja de cartas preexistente: ganaba el que inventaba el mejor juego. Ahora hacer negocios coincide con inventar un mazo de naipes que antes no existía y con el que es posible jugar sólo a una cosa: la que tú has inventado”, es de nuevo Alessandro Baricco y su ensayo The Game, que publica en Anagrama. Y esto apunta justo a lo que le ocurre a Google, el gigante tecnológico que lo mismo es buscador que plataforma de videos o sistema operativo. Y no es un tema nuevo.
Aunque Google aceptó participar en la investigación que emprenden fiscales en Estados Unidos contra supuestas prácticas monopólicas, los antecedentes apuntan a que tendrá que desembolsar una cantidad millonaria, otra vez. En marzo pasado pagó cerca de mil 500 millones de euros de multa impuesta por la Comisión Europea por “abuso de posición dominante” en su servicio de publicidad digital, esos cuadros con anuncios que vemos en cada página que consultamos a través de su buscador o explorador, Chrome. En ese mismo mes, también en Europa pagó más de 8 mil euros por monopolizar las búsquedas en internet. En julio del 2018, otra vez Europa, le pasó una factura de más de 4 mil 300 millones de euros por restricciones que aplicó a fabricantes de dispositivos Android, su sistema operativo. En 2017, pagó otra también en el Viejo Continente por favorecer en su buscador a su servicio de compras en línea. Y hace un par de días, a YouTube autoridades en Estados Unidos le impusieron una multa de 170 millones de dólares, además de la obligación de realizar cambios a su política de privacidad de los datos de usuarios menores, porque los encontraron responsables de recoger información con fines publicitarios sin el consentimiento de los padres.
Cantidades millonarias. Aunque algunas multas las apela, otras más las paga. Y aquí entra justo la reflexión que Baricco hace respecto al alcance de las compañías digitales: la falta de competencia y de regulaciones. Aunque, como anotamos en un texto anterior, mucho de esto tiene que ver con el rápido avance de la tecnología y lo poco preparados que estamos para manejarla. La estructura sociopolítica apenas se está adaptando.
Le ocurre a Google, le ocurre a Facebook, le ocurre a Twitter. La compañía de Mark Zuckerberg lleva meses recibiendo golpes, todos en el mismo lugar: la filtración de los datos de sus usuarios. El último caso se dio a conocer hace un par de días e involucró los números de teléfono de casi 420 millones de personas, la mayoría residentes de EU. Y aunque la empresa argumentó que se trataba de una base de datos de hace varios años, no hay aún un protocolo de seguridad capaz de evitarle a la red social estos escándalos. Apenas en junio se reveló que la empresa Nametest, responsable de muchos de los juegos o encuestas, en los que tal vez usted y yo hemos caído al revisar nuestro perfil, acumuló datos de más de 120 millones de usuarios desde 2016, información toda que podía consultarse o compartirse a terceros.
Sin duda, el siglo XXI nos alcanzó, rebasó y nos pone a prueba. Nos está convirtiendo en presas, más que en cazadores.
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