Surrendering Sovereignty

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La reiteración de Marcelo Ebrard de que México no aceptará ser tercer país seguro, pero que la estrategia migratoria está siendo un éxito toda vez que se ha logrado un 70% de resultados en el proceso de expulsión de migrantes centroamericanos indeseables para Trump y, por añadidura para México, muestra lo profundo de la crisis en que la política exterior mexicana se encuentra.

Su afirmación de que de lo hecho no se arrepiente, toda vez que significa “cumplir con la ley mexicana”, habla de lo mucho que esta ley (suponemos que lo referente a las leyes migratorias) no sólo no se cumplía, sino de lo mucho que fue rota por el mismo discurso demagógico de AMLO al incitar la inmigración ilegal y de lo mucho que Washington presionó, precisamente, para hacer que esta ley se cumpliera convenencieramente. Toda una paradoja, del tamaño del país, que hoy se ha convertido en el soñado muro del Trumpismo.

En primer lugar, no me hace sentido ni gracia que el canciller de la República de la 4T vaya a rendirle cuentas a Trump y a Pompeo a su casa y que acepte la cínica felicitación que Trump envió por tuit (“¡Se está haciendo un increíble progreso en la frontera Sur!”, tuiteó el magnate). Esta muestra de buen comportamiento hace muy visible estéticamente, (ética es estética), una actitud entreguista y abyecta con Washington, que no sólo no era necesaria, sino que también es evidencia de la proporcional falta de visión estratégica que se tiene frente al complejo orden global en el que estamos inmersos, pero al que el gobierno de AMLO se niega tercamente a pertenecer.

Desde el 7 de junio pasado en que se acordó cumplir en 45 días con la exigencia de Trump de parar la ola migratoria centroamericana a cambio de que Washington no nos impusiera 5% de aranceles a nuestras exportaciones, México dio muestras de un extraño nerviosismo y se mostró débil y vulnerable ante las bravuconadas de Trump. En primer lugar, la prisa: México actuó desordenadamente y no pudo hacer otra cosa, más que entregarse. Opciones habían varias y no se contemplaron. Dado que esta decisión unilateral violaba la normatividad del TLCAN y del nuevo TMEC, nuestro país podría haber acudido a la Organización Mundial de Comercio (OMC) para solicitar su intervención. No lo hizo y optó por ceder soberanía.

¿Qué hubiera pasado si en plena precampaña electoral, en la que Trump ha bajado estrepitosamente en las encuestas, México hubiera optado por replicar en la misma forma, aplicando el mismo arancel a las importaciones de los muchos productos que vienen de Michigan, Texas, Arizona, y otros estados de la Unión Americana? Con toda seguridad Trump hubiera visto sus números bajar en estados claves para su reelección. Al contrario de lo que arguye Ebrard, el tema arancelario es asunto de ambos y no sólo de la voluntad de EU (Ebrard afirmó textual: “El tema arancelario es un tema que sólo depende de la voluntad del ejecutivo de EU”, Excélsior 11/09/19, p. 12). ¡Todo lo contrario! Es, desde luego, un tema central de ambas naciones, que sus asesores (o él mismo) decidieron ignorar.

Por ejemplo, los aranceles elevarían los precios al consumidor estadunidense y afectaría las cadenas de producción intrafirma ubicadas en ambos mercados. Sólo en 2018, México exportó al mundo 450 mil 920 millones de dólares, de los cuales 81.18 por ciento se exporta a EU, por lo tanto, si Trump impusiera el 5% de aranceles a nuestros productos, estaría afectando la proveeduría de las cadenas de valor integradas en la producción de ambos mercados. La lista es larga: vehículos de motor, artículos de telefonía, televisores, instrumentos y aparatos médicos, unidades de procesamiento de datos, aceites crudos de petróleo, cables para bujías, cerveza de malta, tequila, aguacate, artículos para cama, oro en bruto y plata en polvo y combustóleo.

Es decir, todo un bombazo en el desabasto de los inventarios de las empresas y en consecuencia, los mencionados aumentos de precios y rompimiento del encadenamiento industrial de las empresas intrafirma. La incapacidad del gobierno de incorporar estos elementos concretos en la agenda de riesgo y en la construcción de escenarios para contener crisis estructurales, es lo que nos tiene atados a una política defensiva y mediocre que muestra cómo el desparpajo y la falta de visión han sido los componentes de una política entreguista que este país no se merece tener. Y menos aún, cuando México tenía a su favor las condiciones para evitar que Trump afectara una independencia de por si maltrecha. Pero eso sí, hoy festivamente celebrada desde los balcones de Palacio. ¡Feliz día de la Patria!

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