African Slavery Is Modern European History, Too

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Han pasado 50 años desde la entrada en vigor de la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial. Sin embargo, el auge de los populismos e ideologías supremacistas en esferas de poder ahonda la brecha racial desde el Estados Unidos de Donald Trump a la Italia de Matteo Salvini y al Brasil de Jair Bolsonaro. Como antídoto contra un virus de amnesia colectiva y como píldora artística que pretende arrojar un poco de luz a un momento que parece falto de referentes, el ilustrador paulista Marcelo D’Salete, ganador en 2018 de un Premio Eisner —el mayor galardón de la Industria del cómic— publica en España Angola Janga, un relato gráfico sobre la resistencia colectiva en la república brasileña donde reinaron los esclavos. Una historia real que narra cómo combatir la institucionalización de las injusticias desde la lucha de las clases menos privilegiadas, especialmente el colectivo afrodescendiente.

El cómic cuenta la historia del Quilombo de los Palmares, un periplo acontecido en el siglo XVII cuyos protagonistas fueron 20.000 esclavos descendientes de africanos que habían sido trasladados a la fuerza desde los antiguos reinos de Angola y Congo por los europeos. Estos se levantaron contra el poder colonial portugués en la antigua Capitanía General de Pernambuco, en el noreste de Brasil.

“Palmares fue un espacio de enorme autonomía y de oposición a una sociedad colonial basada en la extrema violencia y subyugación de indígenas, negros y clases populares. Además de resistir más de 100 años contra las embestidas de los soldados luso-brasileños en la Serra da Barriga, Palmares desarrolló un modo diferente de lidiar con la tierra, el trabajo y la comunidad”, cuenta D’Salete a través de un correo electrónico. “Reconocer esta historia es revisar nuestras relaciones en el pasado y en el presente. Es reconocer que diversos grupos se opusieron a un proyecto colonial de centralización del poder, de saqueo, de muerte y de destrucción”, indica el autor, que se muestra optimista sobre la resiliencia histórica de los afrodescendientes brasileños.

A pesar de todo, los sucesos que muestran a los negros de Brasil como víctimas en manos del Estado son fehacientes. Recientemente, los habitantes de las favelas de Río se manifestaron contra las actuaciones policiales contra jóvenes negros después de conocerse que, durante el primer trimestre de 2019, 434 personas fueron ejecutadas. Un año después de la muerte de la activista Marielle Franco, hoy baluarte de los derechos humanos para los opositores de Bolsonaro en Brasil, D’Salate reivindica la necesidad de ahondar en las raíces de este racismo institucional que parece campar a sus anchas en el país.

“El actual presidente, tras una campaña basada en el odio, el miedo y las mentiras, financiada por grandes empresarios, no representa los anhelos de igualdad social de gran parte de la sociedad. Su objetivo es aplastar la resistencia de los trabajadores organizados, negros, indígenas y de las mujeres, e imponer una agenda económica que favorezca a las élites. No por otro motivo, una de sus primeras medidas en el poder fue facilitar el acceso a las armas, algo que beneficia en gran parte a las milicias, grupos armados que ya fueron homenajeados y defendidos por su familia. Conocer otras historias es necesario para fomentar el debate, fortalecer a los grupos oprimidos y tener opciones de contraponerse a un proyecto que agrava la desigualdad”.

Hace 130 años que se abolió la esclavitud en la tierra de la caipiriña y la Bossa Nova. No por justicia humana, sino por fines meramente monetarios, puesto que la tan lucrativa economía triangular esclavista se había agotado después de que Inglaterra prohibiera el comercio transatlántico de personas. Un negocio que habría traficado con una cifra aproximada de 12 millones de almas entre los siglos XVI y XIX, de las cuales cerca de seis millones fueron a parar a Brasil.

“Brasil mantiene una estructura que excluye a gran parte de las personas negras, indígenas y pobres. Estos grupos apenas participan formalmente en la política a través del voto, pero actúan poco en las esferas reales de decisión política, económica y en el acceso a las riquezas sociales. Esta desigualdad tiene raíces en la esclavitud y además se sigue fomentando como una estrategia de los grupos dominantes. Por este motivo abordar la esclavitud y el racismo en Brasil sigue siendo un tabú”, asegura D’Salate. Y alega: “Uno de los pilares del racismo es el silenciamiento de las historias de los grupos oprimidos y del debate sobre sus consecuencias”.

La edición en español de su Angola Janga, publicado recientemente por Flow Press Media, no es un trabajo aislado. Durante la campaña electoral de las últimas elecciones presidenciales, un grupo de intelectuales, artistas y activistas con nombres como Caetano Veloso, Gilberto Gil o Chico Buarque firmaron el manifiesto Democracia Sim contra la candidatura del exmilitar, hoy al mando del Estado. Son voces valientes que en muchos casos conforman ese 54% de afrodescendientes que hacen negra a la mayor parte de la sociedad brasileña. “El racismo busca obliterar cualquier intento de reconocer esta historia”, lamenta el ilustrador, que reivindica la importancia de una disidencia constructiva: “En todo caso, existe una militancia negra dispuesta a cuestionar las estructuras de poder y exclusión”.

Racismo no solo en Brasil

“Mi trabajo tiene referencias en la obra de artistas, pensadores y colectivos negros de Brasil y de la diáspora negra en América. Las historias de esta resistencia —de los periódicos negros antes y después de la abolición, del Frente Negra Brasileira, del Teatro Experimental do Negro y de la historia de diversas personalidades y colectivos contra el racismo— han contribuido también a que la mayor parte de la población brasileña contemporánea se identifique como negra o mestiza”, reconoce. Y se mofa de los pronósticos que a finales del siglo XIX hacían políticos y científicos brasileños, inspirados por las teorías racistas europeas cuando afirmaban que Brasil “sería totalmente blanco en 100 años”.

Con la novela gráfica Angola Janga, publicada en Brasil en 2017 por la editorial Veneta, así como con Cumbe, que ya fue editada por la misma firma en 2014, el trabajo de D’Salate ha recibido grandes elogios de la crítica tanto como de los sectores más progresistas del país. “El actual presidente y sus correligionarios representan parte de la élite más conservadora en relación a la comprensión de nuestra historia. Probablemente no tienen interés en estas obras y no creo que un intento de censura tuviera éxito hoy. Ahora, por otro lado, sea por la vía judicial o por el fenómeno de los linchamientos virtuales, existe un creciente movimiento conservador y fundamentalista de cercenamiento del arte, de la cultura, de la prensa, de la educación y de cualquier crítica al status quo”, se lamenta el artista.

No se trata de un fenómeno aislado: el auge de la xenofobia y el racismo se materializa en diferentes puntos del planeta. A su modo de entender, el problema son injusticias históricas no revisadas ni juzgadas que se han solidificado en las entrañas de las estructuras estatales.

“Cuando presenté mi anterior libro [Cumbe] al público europeo en eventos de cómics y literatura, en algunos casos noté que consideraban este tema alejado de la historia europea. Pero en realidad, la esclavitud es parte neurálgica (también) del inicio de la historia moderna europea. El tráfico de hombres y mujeres africanos fue la base para el capitalismo y colaboró en el desarrollo de sociedades divididas en base a conceptos raciales. En Brasil, la esclavitud generó secuelas enormes. Pero todavía necesitamos identificar y combatir estas marcas. El Gobierno actual no demuestra interés en cambiar esta estructura de exclusión. Más bien al contrario, sus acciones profundizan en la desigualdad, legitiman la ideología del blanqueamiento y de la blancura, de la heteronormatividad, del fundamentalismo religioso y del machismo”.

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