El lunes 7 de junio de 2010, cuatro adolescentes mexicanos caminaban por debajo de un puente que cruza sobre el Río Bravo y une a Ciudad Juárez con El Paso. No eran inmigrantes y al parecer tampoco intentaban subirse a la barda de cemento que separa las dos ciudades. Todo indica que jugaban a tocar el muro fronterizo y correr de regreso. Sin embargo, el día terminó con uno de ellos, Sergio Adrián Hernández Guereca de 14 años de edad, muerto de un tiro en la cara estando en suelo de México, disparadó por un agente estadounidense, que lo abatió desde territorio texano.
Algunas versions aseguran que el agente de la Patrulla Fronteriza Jesús Mesa Jr luego de recibir una llamada informándole que unas personas trataban de cruzar ilegalmente, acudió en biclicleta al lugar conocido como Paso del Norte, se bajó y trató de arrestar a los jóvenes, arrastrando a uno de ellos al lado estadunidense, mientras apuntaba hacia otro que estaba del lado mexicano, dándole muerte.
Un agente del FBI que investigó el caso, dijo que Mesa les había dado órdenes verbales a los jóvenes y que sólo disparó cuando estos empezaron a lanzarle piedras. Un video del incidente tomando por un transeúnte puso en duda esa versión.
En el video se aprecia que los muchachos se acercan a una reja como para intentar cruzar a territorio estadunindese, cuando el agente intercepta al grupo y logra detener a uno de ellos, mientras los otros tres corren hacia el lado mexicano. Al ver a su compañero capturado, lanzan un par de piedras contra Mesa quien inmediatamente dispara tres veces a quemarropa, causando la muerte de Hernández Guereca.
Las imágenes desmienten que la vida del agente estuviera en peligro en algún momento como aseguró el Departamento de Justicia de Estados Unidos y también contradijo lo dicho por la madre del jóven quien aseguró que su hijo solo presenciaba los hechos y que nunca intentó cruzar la frontera. En la investigación salió a relucir que el joven había sido arrestado ya dos veces cuando ayudaba a otros a cruzar el río por lo que había sido acusado de tráfico humano pero dejado libre por ser menor de edad. En todo caso el agente no sabía eso cuando le disparó.
En 2012 la administración de Barack Obama le otorgó impunidad al agente y consideró que no ameritaba someterlo un proceso judicial ni extraditarlo a México. Así la muerte del jóven quedó impune a pesar de que el gobierno mexicano, entonces presidido por Felipe Calderón lo había acusado de asesinato y demandado que se hiciera justicia.
En Abril de 2015 los padres del adolecente demandaron a Mesa por su muerte, alegando abuso de fuerza. El caso fue declarado inválido por un juez federal en Nueva Orleans que dictaminó que el agente esta protegido por la ley contra cualquier demada, a menos que se pudiera establecer que el agraviado tenía derechos en los Estados Unidos.
Como el joven era mexicano y estaba en suelo de México cuando los hechos ocurrieron, decidieron que no los tenía y que no estaba protegido por la Constitución de este país en contra de abusos de autoridad. Los abogados del jóven apelaron sin éxito. El asunto llegó luego a la Suprema Corte de Justicia que en 2017 lo envió de regreso sin tomar decisión alguna.
Sin embargo el máximo tribunal de este país ha reconsiderado y analizará el caso el próximo 12 de noviembre. Básicamente estudiará si la familia de Hernández Guereca tiene el derecho legal de demandar a Mesa. Lo que decida, no solo será determinante para este caso, sino también porque sentará el precedente de como los mexicanos en particular y los extranjeros en general, inclusive aquellos víctimas de drones o bombardeos, serán tratados en adelante en los juzgados estadunidenses.
La Corte Suprema no decidirá si Mesa va o no a juicio o si es culpable o no de la muerte del joven, sólo si su familia mexicana puede demandar al agente. La posición de la administración Trump es que no. Pero, ¿qué podía esperarse si de acuerdo a un relato de
The New York Times, el presidente en reuniones con su gabinete ha sugerido no sólo que los agentes estadunidenses tiren a matar a quienes les avientan piedras en la frontera, sino que quería fortificar el muro fronterizo con agua repleta de serpientes y cocodrilos y que se instalaran púas eléctricas y se les disparara a los inmigrantes en las piernas. Por suerte, su misma gente, horrorizada, se opuso.
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