Lo que importa el ‘impeachment’
El pasado viernes, en plena digestión del pavo de Acción de Gracias, Donald Trump recibió la carta. La comisión del Congreso le da esta semana para decidir si envía testigos a su favor en el proceso que puede acabar con su carrera o si, por el contrario, se reserva para mas adelante, cuando la acusación se traslade al Senado. Tras dos meses de investigación y dos semanas de audiencias públicas, el proceso se acerca al final de la primera etapa.
En cuanto a las pesquisas, no parece que haya mucho margen de maniobra. Hasta el momento ni un solo testigo considera que el chantaje a Ucrania, congelando la ayuda, estuviera vinculado a la corrupción en el país, tal y como pretende vender la Casa Blanca. Lo que ha salido a la luz es la colección de métodos mafiosos empleados por el presidente que todos interpretan como un abuso en beneficio propio para debilitar a su principal adversario en la próxima campaña electoral.
En el relato de lo que sucedió, solo queda por saber si Trump puede defender sus argumentos aportando testimonios mientras se instruye la causa o, por el contrario, su principal arma de defensa seguirá siendo los tweets con los que ha ido acusando en público a todos los testigos que han ido apareciendo.
Descalificación sistemática
Es como si no fuera con él, la ira hacia quienes han declarado en su contra ha circulado por las redes, con mensajes que van desde la descalificación profesional a la falta de patriotismo o la sospecha de abusos de comportamiento. Todo un catálogo para desacreditar no lo que han manifestado sino la falta de categoría para hacerlo.
Es la misma estrategia que hasta ahora le funciona para saltarse los cauces de una democracia avanzada. Tomar decisiones y saltarse a los medios que puedan cuestionarle, mientras recurre a las redes para cuestionar el sistema, desde el sillón de mando. Lo mas probable, por tanto, es que no envíe a ningún testigo o abogado a defender su inocencia. Es parte del juego que le mantiene en el poder dividiendo a la sociedad americana como nunca antes.
Sabe que, aunque es un proceso judicial, acabarán decidiendo políticos y en el Senado la mayoría es republicana. Si mantiene a los fieles, el proceso acabará dañado más a los demócratas, que a los de su propio bando. Y la opinión está dividida. En la ultima encuesta, los favorables a que el proceso acabe en su cese son exactamente la mitad. Por eso sigue llevando al sistema y a las instituciones al borde del precipicio, allá donde la credibilidad es cercana a cero.
Sin banalizar la palabra fascista, – tal vez Trump no lo sea- lo cierto es que sus practicas son peligrosas y como presidente blanquea a todos los que buceanen el fascismo, desde Brasil a Filipinas, pasando por sus cachorros europeos. Porque si en la primera democracia del mundo no hay freno al capricho autoritario ¿Quién va a acusar a estos otros de no ser demócratas?Por eso aunque el impeachment definirá el futuro de la Casa Blanca, su importancia y efecto nos alcanza a todos.
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