Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, anunció ayer que la mayoría demócrata activaría el proceso de juicio político contra el presidente Donald Trump por haber solicitado a un gobierno extranjero, el de Ucrania, que investigara a Joe Biden, su potencial rival en la carrera por la Casa Blanca en 2020.
El Comité Judicial de ese órgano legislativo deberá redactar los términos de la causa —articles of impeachment, en inglés— para someterlos al pleno.
Si la mayoría los vota a favor, Trump será sometido a un juicio político, en el que los integrantes de dicho comité fungirán como fiscales y el Senado como tribunal, en un procedimiento dirigido por el presidente de la Suprema Corte.
Será apenas la cuarta vez en la historia de Estados Unidos que se echa a andar el mecanismo de impeachment.
Las anteriores fueron contra los presidentes Andrew Jackson (1868), Richard Nixon (1974) y Bill Clinton (1999). El primer y tercer casos llegaron hasta el Senado donde, por falta de una mayoría calificada de dos tercios, no procedió la destitución del Presidente. En el de Nixon, éste renunció a su cargo cuando el proceso avanzaba en la Cámara de Representantes.
¿Qué puede pasar ahora? Se espera que la Cámara baja emita la acusación formal antes de que concluya el año y el juicio en el Senado se lleve a cabo en enero.
En el caso de Clinton, ese proceso duró poco más de un mes, del 7 de enero al 9 de febrero. Es probable que lo mismo ocurra esta vez. Y que termine igual: sin una mayoría calificada que vote por la destitución de Donald Trump.
Hay que recordar que el Senado está conformado por 53 republicanos y 45 demócratas. Eso hace muy difícil pensar en que el juicio termine de otra manera.
Éste será el segundo intento de la oposición demócrata por destituir a Trump.
Lo intentaron con el llamado Rusiagate, pero el informe presentado por el fiscal especial, Robert Mueller, no logró reunir suficientes evidencias de que Trump había recibido apoyos del gobierno de Vladimir Putin para hundir la campaña de Hillary Clinton, su rival en la carrera presidencial de 2016. Ahora buscarán hacerlo mediante el Ucraniagate, apoyados en testimonios recogidos en audiencias que se llevaron a cabo el mes pasado.
El interés electoral de los demócratas es evidente. Su propósito real no es destituir a Trump —pues saben que no tienen los votos en el Senado para lograrlo—, sino torpedear su frágil apoyo popular, con la esperanza de que pierda respaldo y pueda ser derrotado en la elección presidencial de noviembre entrante.
Para su pesar, los opositores carecen de un candidato fuerte para hacer frente a Trump, así que necesitan de un impulso adicional para sacarlo de la Casa Blanca.
Muy probablemente México será víctima de esa lucha.
Nuestro país esperaba que se aprobara pronto la versión renovada del acuerdo comercial de Norteamérica —el T-MEC, como lo denominamos aquí—, pero el anuncio de Pelosi no augura nada bueno.
Y no es sólo porque el impeachment retrasará la discusión del T-MEC en el Congreso estadunidense —es obvio que no puede competir con un proceso de destitución del Presidente de Estados Unidos y la oposición no querrá darle un triunfo político a Trump en estos momentos—, sino porque el Presidente estadunidense se puede ver inclinado a declarar que su país se sale del acuerdo vigente, el TLCAN, por la demora de los demócratas en aprobar la versión renegociada el año pasado.
¿Se imagina usted un arranque de 2020 en el que Trump anuncie que su país se sale del TLCAN, unas semanas después de haber inscrito a los cárteles de la droga mexicanos en la lista de organizaciones terroristas, cosa que se podría dar hoy viernes?
No cabe duda: un Trump acorralado puede ser un peligro para México.
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