La llamada nueva economía, basada en los espectaculares desarrollos tecnológicos que se han producido en las últimas dos décadas e impulsada por la globalización, sigue sin estar acompañada de una regulación acorde, en especial en terrenos como el fiscal. Y, así, los gigantes tecnológicos se aprovechan de los vacíos legales existentes y de complejas ingenierías tributarias para pagar muchos menos impuestos de los que les corresponden en virtud de sus enormes beneficios. Se sirven de paraísos fiscales, por supuesto, pero también del apoyo que por ejemplo la Administración de Trump presta a las grandes tecnológicas estadounidenses, una práctica desleal con las reglas del comercio mundial. Como hoy publicamos, los gigantes de internet han pagado en impuestos 90.000 millones de euros menos de los que les correspondía en la última década.
Urge poner coto de una vez a esta situación tan escandalosa. En la UE, la falta de unanimidad impide avanzar en la armonización fiscal y eso perjudica mucho a las arcas públicas de muchos países. De ahí que Francia ya haya aprobado unilateralmente la tasa Google -en España Sánchez también la ha anunciado-. En el caso de Google sigue abusando, además, de poder dominante en la publicidad, por lo que París le acaba de imponer una multa de 150 millones de euros, que se suma a una ristra interminable de sanciones en Europa. Internet no puede ser una selva en la que no rijan las reglas de la competencia.
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