Neosocialism vs. Neoliberalism

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Ha surgido un nuevo término para el conjunto de ideas que defienden los liberales de izquierda.

Los inicios de año se caracterizan generalmente por el optimismo. Se espera que todo vaya a ser mejor en el nuevo año. Ojalá así sea.

Pocas veces, sin embargo, un año comenzaba en medio de tanta polarización de ideas en el mundo y en Colombia. Sorprende, por ejemplo, que el número de enero-febrero de 2020 de la revista Foreign Affairs se haya dedicado a analizar el futuro del capitalismo como si se previera que, después de su éxito de más de 200 años, su futuro no está garantizado.

Ha surgido en Estados Unidos un nuevo término para el conjunto de ideas que defienden los liberales de izquierda en este país: el ‘neosocialismo’, por oposición al neoliberalismo. No se trata de la socialdemocracia al estilo europeo, con un Estado fuerte prestador de servicios públicos. Lo de ahora es la búsqueda del control de los recursos a nivel colectivo y local para enfrentar el desafío del cambio climático en vista de que el modelo liberal ha sido incapaz de lograrlo. Se trataría, entonces, de “promover la propiedad cooperativa y conjunta de empresas privadas, localmente administradas”. Es decir, la descentralización para devolver el poder a las comunidades, de tal manera que las personas puedan, colectivamente, mejorar su nivel de vida.

Los conceptos de ‘mercado’ y ‘crecimiento’ no aparecen por ninguna parte entre los neosocialistas. Según estos, el liberalismo económico es el responsable de la desigualdad lo mismo que de la tremenda ansiedad entre las gentes con respecto a su estatus social. Su énfasis no está en la creación de la riqueza, sino en la distribución de esta. La preocupación es cómo buscar la igualdad gravando a los que tienen más y gastando en los que tienen menos. El impacto de estas acciones sobre el crecimiento económico no importa. Eso es lo que está en juego en la selección del candidato presidencial del Partido Demócrata en Estados Unidos en los meses por venir. Por eso, Trump puede ser reelecto.

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En Colombia no hablamos de ‘neosocialismo’, pero, de alguna manera, la manifestación de muchos de quienes participaron en las marchas de noviembre pasado guarda similitud con esta corriente de expresión en Estados Unidos.

Uno tiene la impresión, por los lemas de las marchas, de que las gentes jóvenes tienen una manera de ver la vida y el mundo que los rodea divergente a la de los mayores.

Para ellos, por ejemplo, el crecimiento y la estabilidad macroeconómica no son importantes. Lo primero es proteger el medio ambiente a rajatabla, por lo cual el fracking –la fracturación hidráulica como método de explotación de los hidrocarburos, el petróleo y el gas– debe estar totalmente prohibido. Que se pierda la autosuficiencia en materia de petróleo y que el país se sumerja en una crisis económica de proporciones incalculables es lo de menos. Ya se verá cómo se resuelve; lo de más es que la naturaleza no se afecte, como ya se alteró mediante la producción convencional del petróleo.

Los jóvenes, además, no son complacientes con los resultados de los últimos años en materia social. No consideran que la reducción de la pobreza y la expansión de las clases medias sean convincentes por las dificultades de acceso a empleos formales y a los servicios de salud de buena calidad.

Parafraseando a Nicholas Kristof, columnista de The New York Times, podría afirmarse que dos cosas son ciertas: “Colombia está mucho mejor que en el pasado y Colombia podría estar mucho mejor”. La política tiene que maniobrar para lograr acomodar estas visiones. La ventaja colombiana ha sido el pragmatismo. Solo así podrá sortearse el enfrentamiento entre la racionalidad de los viejos y el idealismo de los jóvenes que puede echarlo todo a perder.

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