El juicio político contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, finalizó con el grueso del Partido Republicano defendiéndolo contra viento y marea, mientras los demócratas insistían en su destitución. Una mayoría del Senado votó en contra de los dos artículos aprobados por la Cámara de Representantes, en los que se lo acusaba de abusar de su poder al pedir a Ucrania que investigara a sus rivales políticos y, luego, al obstruir la investigación del Congreso.
El resultado estuvo muy lejos de los dos tercios del Senado que eran necesarios para destituir al mandatario.
Los argumentos de los republicanos para votar en contra de su condena fueron variados. Si bien un grupo lo defendió a ultranza, a diferencia de la Cámara de Representantes, donde casi el ciento por ciento de los legisladores lo sostuvieron, un grupo de senadores consideró que, si bien la conducta del presidente no ameritaba la pena máxima de la destitución, sí había sido “inapropiada” o “dolosa”.
En cualquier caso, la decisión del Senado coronó lo que probablemente hayan sido, en materia política, los mejores días vividos por Trump desde que llegó a la Casa Blanca. Comenzó con el descalabro de los demócratas en los caucus de Iowa, donde no solo tuvieron que postergar la entrega de los resultados por fallas tecnológicas, sino que el recuento de votos sorprendió a todos cuando se supo que el exalcalde de South Bend, Estado de Indiana, Pete Buttigieg lideraba los cómputos. Y prosiguió al día siguiente con un encendido discurso sobre el Estado de la Unión en el que Trump hizo alarde del crecimiento de la economía del país, de los elevados índices de empleo y de su lucha contra el terrorismo.
Para completar sus días de gloria, recibió los resultados de una encuesta realizada por Gallup en la que el 49% de los ciudadanos respaldan su gestión. Se trata del porcentaje de aprobación más alto que ha obtenido en su presidencia. Y el 63% de los votantes ha manifestado apoyo al manejo de la economía.
Sin embargo, la polarización entre demócratas y republicanos se tradujo en acciones y gestos inusuales en la política de los Estados Unidos. Por un lado, el desaire de Trump a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, quien cuando intentó saludarlo se quedó con la mano extendida, sin lograrlo. Luego, Pelosi rompió la copia del discurso de Trump frente a todos los asistentes y frente a la prensa que cubría el acto.
Es de desear que la dirigencia política, sin distinción de cargos y partidos, asuma la responsabilidad que le cabe para desactivar este clima hostil que ha creado una profunda grieta en la sociedad estadounidense.
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