Existen numerosas hipótesis y conjeturas sobre la teoría de la conspiración del “Nuevo Orden Mundial”, según la cual existe un supuesto grupo de poder oligárquico, político y mediático secreto que ha pretendido tomar el control del mundo desde hace siglos. Son ellos quienes mueven las piezas del ajedrez global para dirigir tras bambalinas los grandes acontecimientos que provocan los cambios. Si existen o no, nunca se sabrá a ciencia cierta.
Pero lo que sí es cierto es que, en los últimos años, algunos movimientos políticos han tratado de cambiar el sistema global tal y como lo conocemos hasta ahora, pero todos los intentos han sido fallidos y nada se había acercado tanto a ese objetivo como el covid-19 lo está haciendo hoy. La pandemia ha abierto un tenso escenario entre dos de los países más poderosos del mundo, Estados Unidos y China. Trump los acusa de ocultar información sobre el coronavirus que ha golpeado al mundo a un nivel y ferocidad sin precedentes, cuya propagación ha sido exponencial.
En pocas semanas, desde que empezó esta pandemia, ya se nota que ha cambiado dramáticamente el curso de la historia moderna de manera decisiva. En este contexto empieza a encajar la necesidad de una reconfiguración del poder global, ya que esta epidemia mortal no solo tiene el potencial de matar a millones de personas, sino incluye el letal componente de una recesión mundial sin precedentes.
Economías enteras de las naciones más poderosas se hunden, no digamos las frágiles estructuras de países pequeños. Empresas quebrando a diario y miles de desempleados. La industria de transporte, viajes y el turismo suspendidas indefinidamente. Nadie puede asegurar los niveles de daño que se tendrán al terminar el covid-19, pero lo que sí es seguro es que el mundo jamás volverá a ser el mismo.
Aunque cada líder está manejando la crisis a su modo y con los recursos que tienen a la mano, es a una escala local y nacional, unos con aciertos otros con graves errores, pero tarde o temprano los terribles efectos que el virus tendrá en la economía, salud, política y en la sociedad surgirán de manera global, y es allí donde se requerirá una salida en conjunto e interconectada para combatirlos.
Ninguna nación, ni siquiera Estados Unidos —por ahora la potencia número uno del mundo— podría derrotar al virus con un esfuerzo a escala exclusivamente nacional. Por ahora no solo es el país más golpeado, sino también sus sistemas económicos y políticos se están tambaleando. Paradójicamente el gobierno chino afirma que ya tiene la situación del covid-19 bajo control. Este escenario puede desencadenar un gran cambio de poder entre EE. UU. hacia China. Incluso podría ser el final de su supremacía mundial.
En medio de toda esta emergencia, seguramente las naciones empezarán a manifestar la necesidad de crear una estructura de crisis internacional, con poderes extraordinarios, la cual ejerza una singularidad de un mando. Sumado a las estrictas reglas que han sido impuestas por muchos países alrededor del mundo y han provocado el temor generalizado de que tales bloqueos se volverán normales y que los controles personales vayan en aumento. Ya se ha hablado de la implantación de un chip, del control del covid-19 a través de un programa instalado en el teléfono, etc.
En los próximos meses seguramente podremos observar una reconfiguración de los países más poderosos del mundo, que dependiendo de qué tan golpeados fueron por la crisis lograrán mantenerse en pie o ceder sus espacios de poder a quienes no les fue tan mal. No le extrañe que se vuelva a agrupar cierto número de naciones y en lugar de un G8 o un G20 fuera un G10 que pretenda figurar como el salvador del mundo.
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