En Estados Unidos el coronavirus ha infectado a más de un millón de personas y dejado más muertos en dos meses, que los que ocasionó una década de guerra en Vietnam. Aun así, alentados por el presidente Donald Trump y desoyendo a los expertos científicos, 38 estados, de los 51 que tiene el país, casi todos ellos gobernados por un republicano, siguen adelante con sus planes de reabrir la economía y dejar la cuarentena atrás. Esto a pesar de las advertencias de que, una vez que la gente regrese a la calle, el COVID-19 regresará también.
En Giorgia, el primero en hacerlo, han abierto ya gimnasios, peluquerías, salones de belleza, cines y teatros; mientras que en Texas se anunció el fin del aislamiento social con la reapertura de iglesias, restaurantes y grandes centros comerciales, ejemplo que han seguido Florida, Mississippi, Colorado, Oklahoma, Tennessee, Missouri y parcialmente California, entre otros.
En contraste, estados como Nueva York, Virginia y Nuevo México han extendido la cuarentena o indicado que lo harán. Como resultado, una gran mayoría de la poblacion del país está no solo confundida sino con miedo. El 78% dice que no se sentaría en un restaurante y el 67% no piensa ir de compras si no es por comida.
Trump desde el principio, cuando dijo que el COVID-19 no era más grave que la influenza, ha tratado de sacar provecho político de una situación que nunca vio venir y que ha ocasionado ya mas de 70 mil muertes, 1.2 millones de infectados y dejado desempleados a 30 millones de estadunidenses y una economía en situacion tan crítica, sólo similar a la que se vivió cuando la Gran Depresión de los años 30.
Eso ha considerablemente reducido las posibilidades de reelección del presidente, la cual estaba basada en la prosperidad que se vivía hasta enero pasado, lo que, dicen sus allegados, tiene a Trump deprimido, enojado y sintiéndose frustrado.
El mandatario quisiera sorprender al mundo con una vacuna, pero ésta, en el mejor de los casos, según los hombres de ciencia, tardará todavía un año o 18 meses. O podría ser que nunca se tenga una, como no hay una para muchos otros virus, ha dicho el doctor David Nabarro, de la Organización Mundial de la Salud.
Según el diario The New York Times, Trump estos días llega a la Oficina Oval alrededor del mediodía y siempre de malhumor, ya que desde las 5 de la mañana ve televisión tratando de escuchar los elogios que cree merecer, pero lo único que escucha son críticas, no sólo de los demócratas sino también de algunos republicanos, sobre cómo su administración ha manejado la crisis. Dicen que se siente aislado en la Casa Blanca, que le hace falta el golf, su pasatiempo favorito, pero sobre todo los visitantes y todos aquellos que acudían a elogiarlo con frecuencia.
En ese aislamiento es que el presidente ordenó la suspensión de visas, tratando de complacer a los derechistas que lo siguen como secta y ahí también llegó a la conclusión de que el coronavirus fue creado por los chinos en un laboratorio, a pesar de que los científicos aseguran que se originó en animales.
Trump ha dicho que “ve ya la luz al final del tunel”, pero su optimismo no es compartido por los altos círculos médicos, que, aseguran, la situación está volviéndose peor, antes que mejor. Un estudio de la Universidad de Washington, predice que para agosto podrían ser 134 millones de estadunidenses los muertos de COVID-19, como resultado de que se levantó la cuarentena.
Otro estudio del Centro para la Prevención y Control de Enfermedades, establece que la cifra de muertos alcanzará los tres mil diarios para el primero de junio y en lugares como esta capital, la alcalde Muriel Bowser advirte que mayo será el peor mes. Esto coloca a las autoridades, del presidente para abajo, entre decidir salvar vidas o salvar la economía.
El mandatario admitió esta semana estar conciente de que habrá más muertes, después de todo, es ésta la peor amenaza a la salud de los últimos cien años. Pero dijo estar convencido de que la orden de quedarse en casa también es dañina, agregando que la gente igual muere de otras maneras y citó las drogas y los suicidios. Es claro así, que para Trump ha llegado la hora de cantar una victoria que no tiene.
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