Geopolitics Post-COVID-19

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La hegemonía del G2, es decir, el peso internacional del binomio formado por las dos grandes potencias de la actualidad –Estados Unidos y China– se ha desvanecido ante el Covid-19, la mayor amenaza global desde la Segunda Guerra Mundial. Ian Brenner, analista internacional del Grupo Eurasia, se refiere a esta etapa geopolítica con tintes de anarquía mundial como el G-Cero.

La pandemia se originó en una de estas dos grandes potencias, China. Como era de esperarse, pues ya en la crisis del SARS en 2003 lo habían hecho, Beijing intentó obscurecer la epidemia tratando de evitar el desprestigio global y un impacto negativo en su economía.

Xi Jinping, líder de China desde 2012, quien ha logrado una concentración de poder cuasi imperial, se ausentó de la mirada pública al inicio de la pandemia hasta que las muertes se salieron de control. Para entonces, ya cientos de miles de viajeros contaminados había volado del epicentro Wuhan a varios rincones del planeta. Xi, haciendo gala de un autoritarismo férreo, encerró a todos en sus casas y en un par de meses logró controlar el primer brote de la epidemia. El daño, sin embargo, a la reputación, a la salud del mundo y a la economía nacional y global, ya estaba hecho.

Por más que se esmere Xi en vender, en unos casos y regalar en otros, equipo médico fabricado en China, no podrá borrar su pecado original de crear la oscuridad que permitió la expansión de la pandemia más allá de las fronteras chinas.

Estados Unidos, bajo Trump, ha desaparecido del escenario global. El mundo entero contempla incrédulo que el país más rico del planeta se haya convertido en el centro mismo de la epidemia: concentra entre 25 y 30 por ciento de los contagios y decesos por el coronavirus.

‘América Primero’, el eslogan de la campaña y la presidencia de Trump, le dio el tiro de gracia al liderazgo global estadounidense al que estábamos acostumbrados, para bien o para mal. Estados Unidos mantenía un régimen global a través del dominio militar, alianzas como la OTAN y las organizaciones multinacionales asentadas en su territorio –ONU, Banco Mundial y FMI, entre otras. La llamada pax americana era un cierto ordenamiento global que para muchos fue responsable de evitar una tercera guerra mundial o una confrontación nuclear. Pero, bajo Trump, Estados Unidos se dedicó a debilitar el mismísimo orden que impuso al final de la Segunda Guerra.

El Covid-19 parece marcar el verdadero inicio de una guerra fría entre Estados Unidos y China. Trump insiste en llamarle el virus chino y tanto Beijing como Washington han dado pie a teorías de conspiración culpando al otro de haber fabricado un nuevo coronavirus como arma biológica. El caso es que no se puede depender de los chinos, ni de los estadounidenses, para combatir la pandemia.

Sin embargo, los organismos multilaterales, en particular la ONU, han evidenciado que no tienen la tracción necesaria, tanto por su estructura como por su liderazgo, para asumir la coordinación de las naciones ante esta crisis. Más aún, la Organización Mundial de la Salud (OMS), que tendría que haber prendido las alarmas desde el inicio del año, dio pie por su tibieza ante China, a ser parte de la campaña de reelección de Trump: ¡Es una organización a las órdenes de China!

Tampoco las agrupaciones como el G20 y el G7 han ayudado en lograr una coordinación funcional ante la pandemia. Dependen demasiado de los liderazgos de Estados Unidos y las potencias europeas –Alemania, Francia y Reino Unido.

¿Qué países u organizaciones están llenado ese vació? Australia y Corea del Sur, entre otros.

Australia llama la atención porque fue el primer país que insistió a la Organización Mundial de la Salud que se desarrolle una investigación a fondo del origen del SARS-CoV-2, que es el virus que causa la enfermedad conocida como Covid-19. A China no le gustó nada, pero Canberra insistió no obstante los reclamos de Beijing. Australia es un país con mucho Estado de derecho que ha logrado un buen balance entre Estados Unidos, su socio estratégico-militar, y China, su gran socio comercial.

Corea del Sur ha demostrado contar con una sociedad disciplinada, muy consciente de los brotes anteriores de SARS y con un Ejecutivo federal que estableció un pacto temprano con su industria privada que tuvo un éxito doble. Primero, evitó que su personal médico fuera contagiado y, segundo, está exportando ese equipo a cerca de 50 países.

El Covid-19 deja entrever que mientras las grandes potencias de la actualidad politizan sus respuestas a la pandemia, otras naciones asumen un verdadero modelo a seguir.

Desde Asia vino el virus y también las respuestas e intervenciones más vigorosas. Ya se había proclamado el siglo XXI como el de oriente. El Covid-19 simplemente está acelerando el futuro.

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