The Great Absentee

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El gran ausente

Trump se evade ante el duelo de un país a punto de sumar 100.000 muertos por coronavirus

Este lunes fue Memorial Day en Estados Unidos. Una fiesta nacional creada para recordar a los caídos en la guerra civil americana y ampliada, tras la Primera Guerra Mundial, para honrar la memoria de todos los estadounidenses que realizaron el mayor sacrificio posible en el servicio a su Patria. En la práctica es un fin de semana largo en el que se combina la ilusión del final de curso y el arranque del verano con el patriótico respeto a todos los que yacen en cementerios militares como el de Arlington.

Por la letal pandemia, el Memorial Day de este año ha resultado especialmente introspectivo. La conmovedora portada dominical del New York Times -nada más y menos que una lista de las víctimas del coronavirus entreverada con pequeños detalles personales- ha capturado el luto requerido por un país a punto de sumar los 100.000 muertos por una epidemia agravada por sus propias contradicciones: desde carencias en sanidad pública hasta sus dolorosos niveles de desigualdad.

La cifra de 100.000 muertos eclipsa la suma de todos los militares caídos en las guerras de Vietnam, el Golfo Pérsico, Irak y Afganistán. Por eso ha sido imposible obviar el inexcusable comportamiento del presidente Trump durante este emocional domingo. El ocupante de la Casa Blanca se dedicó a jugar al golf por primera vez desde marzo. Y entre hoyo y hoyo en su campo de Virginia, se administró una sobredosis de Twitter en la que amplificó mensajes racistas y sexistas, teorías conspirativas e insultos de patio de colegio. Ocupaciones que le impidieron sumarse a su propia solicitud de asistir a servicios religiosos como desafío a la «liberticida» cuarentena.

Desde el minuto cero, Trump ha sido un negacionista de la tragedia del coronavirus. Por eso, el gran ausente en el despacho oval se dedica a subcontratar su responsabilidad y evita cuidadosamente liderar el luto nacional requerido por la mayor catástrofe sanitaria desde la gripe de 1918. Lo que verdaderamente le duele, más que la pérdida de tantos compatriotas, es la pérdida de la prosperidad económica que dificulta su reelección.

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