Mr. Trump or Shabby Dialogue

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El hipotético diálogo propuesto por el presidente Trump, para hallarle salida a la hecatombe venezolana debe ser alentado porque, al final, es una forma pacífica de resolución de controversias. En el caso específico, de un camino, empedrado, resbaladizo, lindante con lo imposible.

Alguna vez, Faruq I, monarca de Egipto que además de tirano, asesino, disoluto, era cipayo -invadido por Hitler, se apresuró a agradecérselo mediante carta pública- fue invitado por el primer ministro, Churchill, al número 10 de Downing Street, Londres, Reino Unido, en circunstancias difíciles aunque no tanto como las de Venezuela. Pero, Faruq I, además de lo ya dicho, era ladrón, cleptómano compulsivo y en un descuido de su anfitrión le birló el reloj de bolsillo, leontina incluida, ambos de oro de 21 quilates

El hipotético dialogante del señor Trump, es un lisiado moral y mental. Ni siquiera, aduna los reflejos, rapidez, las manos de seda del monarca. Imposible, siquiera, que se proponga emularlo con la billetera o el cronómetro de pulsera de míster Trump, aunque ganas no le faltarán. De programarse en las fementidas jornadas de diálogo, algún break, para el desayuno, almuerzo, la cena o, incluso merienda, seguro que se embolsilla unas cuantas cucharas y varios tenedores. Y si la cubertería es de plata, se la carga completa.

Hay cosas peores que hurtar un reloj o una cubertería -como lo que se es, ratero vulgar- en una cumbre de jefes de Estado. Coludirse con el sedicente facilitador, Samper Pisano o Zapatero, de una mesa de negociaciones vaya a saber usted a cambio de cuánto. Armar farsa con quienes simulan ser opositores, pero están en la nómina de la narcotiranía que desmanda en Venezuela. Acudir a cualquier mecanismo de solución pacífica de controversias, diálogo, plebiscito, cabildo abierto, asamblea ciudadana de mala fe, nada más para ganar tiempo y, en paralelo, torturar, narcotraficar, depredar y abusar de niños indígenas esclavizados en el “Arco Minero”.

Enfatizamos que el apoyo a toda solución pacífica de controversias, debe ser en los hechos y en el derecho y aquí llegamos adonde no quisiéramos haber llegado: Es contrario a la ley, la Justicia y el recato que cualquier ciudadano, incluido un jefe de Estado, se siente a “negociar” con quien es prófugo de la justicia de su país por narcotraficar y exportar desde el extranjero armas de guerra con la intención de ganarse unos dólares y, además, socavar la estructura socioeconómica de tal nación.

El hipotético diálogo propuesto por el señor Trump, de darse, tendría que ser poco convencional. Las agendas tradicionales en el caso Venezuela, ya están fatigadas, exánimes por uso y abuso. Convocatorias a votaciones, que cuando sus promotores no las ganan, arrebatan; restructuración del árbitro electoral, por medios contra legem; amnistías para exiliados, presos políticos, perseguidos, en general, por la misma causa, para después de los aspavientos, volverlos a perseguir. Diálogos como el propuesto por el presidente de EE UU, tienen que portar dilemas hamletianos diferentes. Entrega de la pandilla de narcodesgobernantes de Venezuela del poder que usurpan ¿En 48 o 72 horas? En lo absoluto cualquier expatriación incluirá ticket con destino final en exilio dorado, París, Praga, las islas griegas a pasarlo gordo con el dinero mal habido de nuestro pueblo.

No nos imaginamos a los extintos George H.W. Bush, expresidente de EE UU, y Manuel “Cara ‘e Piña” Noriega, usurpador del poder en Panamá, narcocorrupto, como su émulo cucuteño, en encuentro furtivo, bajo el siguiente predicamento:

– ¡Hola! “Cara ‘e Piña” ¿Cuándo, cómo y a dónde quieres exiliarte, en lugar de ser conducido por escuadrón de captura, debidamente esposado a encarar la Justicia por traficar drogas hacia EE UU?

Una banda de narcocriminales no se da de baja con diálogos, conciliaciones ni por votaciones. Hay que echarlos a puntapié limpio. Los voluntarios tomen su lugar, en orden que ya el suscrito se anotó con el número uno de la larga fila.

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