Latin America’s Big Opportunity

 


 

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En el año 2005 va­rias economías de nuestra región re­cibieron una esto­cada frontal a raíz de la eliminación del Acuerdo Multifibras. Bajo ese acuerdo, naciones en vías de desarrollo podían exportar cierta canti­dad de textiles a países indus­trializados según cuotas pre­establecidas. Dado el hecho de que países asiáticos como Chi­na, Taiwán y Vietnam tenían y, de hecho, continúan tenien­do una ventaja comparativa en la exportación de textiles fren­te a sus contrapartes en Lati­noamérica, al liberalizarse los mercados ellos ganaron y no­sotros perdimos.

México cerró decenas de maquiladoras en la frontera con Estados Unidos. En Cen­troamérica y el Caribe, por igual; gran parte de las zonas francas de producción textil re­dujeron significativamente sus operaciones o cerraron defini­tivamente con el objeto de re­localizarse a un país asiático donde tuvieran acceso a más y mejor mano de obra barata. Consecuentemente, la tasa de desempleo en la región Lati­noamericana incrementó y el dinamismo económico de cier­tas zonas, como la zona de la frontera norte de México, mer­mó.

Hoy, quince años después de aquel revés, Latinoamérica po­dría retomar parte del terreno que perdió en el mercado tex­til. Esto debido a la desconfian­za hacia China que ha genera­do la pandemia del covid-19 emparejada con la guerra co­mercial que la Casa Blanca ha emprendido en contra de Asia, especialmente en contra del gobierno comunista-dictatorial de Xi Jinping.

La oportunidad que tiene América Latina en ese sentido es aún más formidable cuando consideramos no nada más las debilidades del mercado asiáti­co, sino también las fortalezas relativas que tienen nuestros países frente a las economías orientales. Específicamente en lo que tiene que ver con la ex­portación de productos texti­les hacia Estados Unidos y Ca­nadá.

¿Cuáles son esas fortalezas relativas?

Por un lado, está la balanza co­mercial de nuestros países frente a EE. UU. Actualmente, en la ma­yoría de los casos, Latinoaméri­ca presenta un déficit en ese in­dicador lo que quiere decir que, en términos agregados, estamos importando más de lo que esta­mos exportando a los países de­sarrollados de América de Nor­te. ¿Y cómo es que dicho déficit es una fortaleza para Latinoamé­rica? Lo es en el sentido de que pone a nuestras economías fue­ra de la mira de Estados Unidos y Canadá en lo que tiene que ver con políticas proteccionistas.

En el caso de China, por ejem­plo, la Casa Blanca ha estado su­biendo significativamente las restricciones a la importación debido a que ese país tiene un superávit comercial con Estados Unidos en el orden de los 400 mil millones de dólares. Tam­bién es preciso señalar que di­cho superávit se debe, en parte, a la devaluación de la moneda china propiciada por el gobierno comunista como modo de man­tener y robustecer su liderazgo en los mercados de exportación. Esa política de devaluación, de hecho, constituye una franca violación de las reglas institui­das por la Organización Mun­dial de Comercio para los países miembros ya que desnivela arti­ficialmente el terreno de juego sobre el cual los actores econó­micos compiten por oportunida­des para exportar e importar.

Por otro lado, Latinoaméri­ca aventaja a China por el he­cho de que nuestras economías están más cerca de Estados Uni­dos y Canadá no solo en térmi­nos geográficos, sino también en lo que tiene que ver con nuestros sistemas políticos e idiosincráti­cos. Esto, en turno, reduce sig­nificativamente el costo de flete e incrementa la fluidez de la ne­gociación entre las partes involu­cradas en la dinámica de expor­tación-importación.

Varios países Latinoamerica­nos entre los cuales están Méxi­co, Perú, Colombia, República Dominicana, así como toda la región de centroamericana, tie­nen acuerdos de libre comercio suscritos con Estados Unidos. En Asia solo Corea del Sur, Japón y Singapur han suscrito acuerdos de esa naturaleza con los estado­unidenses. Y en el caso de esos tres países asiáticos, su fuerte no es la exportación de bienes cu­ya producción requieren del uso intensivo de mano de obra bara­ta, sino el de bienes con un grado mucho más sofisticado de valor agregado. Por tal razón, a pesar del tratado de libre comercio que tienen con EE. UU., estos países asiáticos no son una amenaza para Latinoamérica en el área de producción de textiles para ex­portación.

En síntesis, por todo lo an­tedicho, Latinoamérica, espe­cialmente las regiones de Cen­troamérica, México y el Caribe, deben aprovechar las actuales coyunturas económicas para re­plantear sus propuestas de valor a compañías multinacionales de la industria textil con el objeto de que se relocalicen aquí. Esto, en el mediano plazo, puede ayudar a aliviar las altas tasas de desem­pleo que predominan en nues­tros pueblos.

Ahora, que quede claro, es­te tipo de inversión extranje­ra directa no es ni será la pana­cea que llevará a nuestra región al próximo escalón en el proceso de transformación hacia econo­mías desarrolladas en la era de la información. Para ello necesita­mos entrenar a nuestros recursos humanos en un sistema de edu­cación más sofisticado y bajo li­derazgos que fomenten la com­petencia y la cooperación; no la explotación y la cultura del “quí­tate tú para ponerme yo”.

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