The United States’ 1933

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No, no exagero. En el siglo 21, el populismo fascista y el autoritarismo tiránico no tienen por qué tener la misma escenografía ni las mismas modalidades que tuvieron en la Alemania nazi ni en la Italia de Mussolini. Basta que compartan el principio de que el proyecto que persiguen se encarna en un individuo y que frente a la autoproclamada grandiosidad del proyecto, la democracia liberal resulte un estorbo al que hay que debilitar y, eventualmente, destruir. No necesariamente buscan eliminar a la raza judía, aunque crecientemente hay señales de antisemitismo en Estados Unidos e incluso en nuestro país. Ahora pueden ser las mujeres a las que hay que someter, humillar y recortar derechos o los mexicanos o los negros o los “otros”.

En enero de 1933, tras el triunfo electoral de su partido Nacional Socialista, Adolfo Hitler consolidó su poder como canciller y en marzo logró la aprobación de una ley que abrogaba la separación de poderes, lo que le dio el poder de aprobar leyes sin que pasaran por el parlamento. La elección de Donald Trump en 2016, con todo y lo desastroso que ha sido su gobierno, tuvo y tiene la virtud de hacer una radiografía del entramado que sostiene la democracia norteamericana y mostrar sus puntos débiles.

En su magnífico libro Sobre la tiranía, Timothy Snyder analiza los acuerdos escritos y especialmente los no escritos en los que está basada la democracia americana y cómo el Partido Republicano, especialmente a partir de 1994-1995, ignora y viola los acuerdos informales, los llamados “pasamanos” o límites democráticos a los que se atuvieron ambos partidos y construye un movimiento de derecha ultramilitante hasta llegar al inesperado triunfo de Donald Trump en 2016.

Afortunadamente, la pandemia y el manejo irresponsable de Trump, así como el aprendizaje del Partido Demócrata de las lecciones de la derrota de 2016, auguran una gran victoria para la candidatura de Joe Biden a la Presidencia y de Kamala Harris a la Vicepresidencia; asimismo, se augura que mantendrán la mayoría en la Cámara de Representantes y probablemente obtendrán también una mayoría en el Senado, no se sabe qué tan robusta. Pero, sin la pandemia, estas elecciones pudieron haber sido el 1933 de la democracia americana. Sin la perspectiva de tener que ganar una reelección, una segunda presidencia de Trump no tendría remilgos en avanzar aceleradamente en su proyecto destructor.

Es con esta perspectiva que pienso en la importancia de una derrota contundente del gobierno de Trump. Irónicamente puede ser una gran victoria para fortalecer internacionalmente el proyecto democrático al tiempo en que no todas las cartas jugarán a favor de México. No me refiero a que Joe Biden vaya a vengarse del abierto apoyo que el actual gobierno mexicano dio a la reelección trumpiana; frente a los retos que enfrenta el próximo presidente, no imagino en él tal mezquindad. Y en cuanto a los altos funcionarios y empresarios mexicanos que apoyaron a Trump, pienso que la vergüenza eterna de los asistentes a la infame cena en la Casa Blanca es suficiente castigo para ellos.

La derrota de Trump será positiva para el mundo, pero nosotros tendremos que hacer uso de todas las artes diplomáticas acumuladas dentro y fuera del gobierno para impedir que ciertos aspectos de la política comercial y fiscal anunciadas por la campaña de Joe Biden nos sean lesivos. En su Buy America Fact Sheet, la campaña de Biden anuncia un impuesto de 30.8% a las ganancias de compañías norteamericanas que produzcan fuera de EU. “Este impuesto también se aplicará a call centers o servicios de compañías americanas ubicadas en el extranjero, pero dando servicio en EU”, algo no muy diferente a lo anunciado inicialmente por Trump. Biden también anunció penalidades y regulaciones para compañías que inviertan fuera de Estados Unidos y negará deducciones fiscales a compañías que creen empleos fuera de EU.

¿Qué tanto de esto contraviene los acuerdos contenidos en el T-MEC, ya de por sí difícil para México? ¿Qué tanto se trata de retórica electoral? No lo sabemos, pero lo sabremos pronto. Y también sabremos si el Presupuesto 2021 tomará en cuenta estas enormes dificultades para el sector más dinámico de la economía o, como ha venido sucediendo, será ciego a la realidad.

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