El martes de la próxima semana se celebrarán las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Los contendientes, como se sabe, son Joe Biden, del partido demócrata y Donald Trump, del partido republicano, quien busca la reelección. Quien fungiera como vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama tiene una ventaja ciudadana promedio, según el sitio de encuestas Realclearpolitics, de 7.7 sobre el magnate neoyorquino. No obstante, los comicios en la Unión Americana no son directos, como en México, donde el voto se toma en consideración sin intermediarios para elegir a nuestros representantes. En cambio, del otro lado del río Bravo, las elecciones se llevan a cabo con base en un proceso más complicado: el sufragio pasa por el tamiz del colegio electoral de la localidad en que reside el ciudadano. En ciencia política a esto se le llama, votación indirecta. Se puede dar el caso, como de hecho se dio hace cuatro años, que quien, habiendo ganado el voto ciudadano, pierda en los colegios electorales. Así le sucedió a Hillary Clinton quien obtuvo 3 millones más de votos que Donald Trump.
Estados Unidos cuentan con un total de 538 colegios electorales distribuidos en términos demográficos por estados, de manera que, quien gane la mayoría simple de ese número, o sea 270 colegios, se alza con la victoria La entidad federativa con más colegios electorales son: California (55), Texas (38), Florida (29) y Nueva York (29); las que menos, Alaska (3), Wyoming (3), Delaware (3), Montana (3), Dakota del Norte (3), Dakota del Sur (3), Vermont (3) y el Distrito de Columbia (3), o sea, donde está enclavada la ciudad de Washington.
Pues bien, de acuerdo con los pronósticos de la sección política de CNN, Biden tendría 290 colegios electorales; Trump 163. ¿Qué necesitaría Biden para asegurar su victoria? Ganar los llamados swing states (estados columpio o estados bisagra), vale decir, las entidades que a veces votan por un partido y a veces por otro. Tal es el caso de Michigan (16), Nevada (6), Colorado (9), Arizona (11) Wisconsin (10) y Pensilvania (20). La ya mencionada sección política de CNN señala que en esas entidades se ubica el campo de batalla electoral.
El mapa electoral del territorio norteamericano es extremadamente claro al mostrar cómo están divididas las preferencias electorales entre azules (demócratas) y rojos (republicanos). La costa noreste del Atlántico y toda la costa del Pacífico está dominada por los demócratas en tanto que la parte central (más agrícola, religiosa y conservadora) está controlada por los republicanos.
Los norteamericanos llegan a las urnas profundamente divididos (de hecho, ya se han emitido más de 19 millones de sufragios por vía postal). Esa polarización no es gratuita: lo que ha hecho Donald Trump, a lo largo de su estancia en el poder, es atizar las flamas del racismo, la xenofobia, el supremacismo, la intolerancia y el oscurantismo.
Un hecho que hizo estallar la furia contenida, fue el asesinato del afroamericano George Floyd a manos (o, mejor dicho, rodilla) del oficial de policía Derek Chauvin, el 25 de mayo de 2020 en el barrio Powderhorn, de la ciudad de Mineápolis, Minesota. Ese crimen, en efecto, desencadenó una ola de protestas en toda la Unión Americana, algunas de las cuales fueron salvajemente reprimidas por disposición del propio presidente Trump con base en la consigna “Ley y orden” que asumió como lema de campaña.
No olvidemos que Trump, cuando anunció su intención de contender por la nominación del partido republicano para ser candidato a la presidencia de la república, el 15 de junio de 2015, dijo: “México manda a su gente, pero no manda lo mejor. Está enviando a la gente con un montón de problemas […] Están trayendo droga, el crimen, a los violadores. Asumo que hay algunos que son buenos.” En esa misma ocasión anunció la construcción de un muro fronterizo. Desde que asumió la presidencia de la república ha puesto en marcha las razias contra los inmigrantes indocumentados. Como señaló Elizabeth Quan Kiu: “Muchos de los 11 millones de inmigrantes en Estados Unidos viven, puedo asegurar, no con ansiedad, sino con pánico y terror, bajo el mandato Trump.” (El Universal, 25/10/2020, p. A18).
En contraste con esta dolorosa realidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador, durante su visita a Donald Trump, en la Casa Blanca, el 8 de julio de 2020 sostuvo: “Quise estar aquí para agradecerle al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted, presidente Trump, por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos.”
Una actuación bochornosa por parte del Jefe del Ejecutivo que, además, le dio su apoyo tácito al republicano en plena campaña electoral. Y así lo han aprovechado sus publicistas, sacando spots de lo que dijo López Obrador en esa ocasión.
Si gana Biden a México le va a ir bien, pero no a López Obrador por la sencilla razón de que éste tomó partido por Trump.
Joe Biden y Kamala Hiarris están a favor de los derechos humanos y de legalizar la estancia de 11 millones de compatriotas indocumentados que residen en Estados Unidos.
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