Becoming Gringos

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Haciéndose los gringos

Intenciones del Gobierno con la reforma electoral van más allá de darle retoques al régimen actual.

Las elecciones en Estados Unidos dejan muchas enseñanzas. No solo confirmaron el perverso efecto que tiene la polarización en la estabilidad de la democracia, sino también sobre aquellos sistemas electorales que se consideraban los más confiables del mundo. Si aún hoy se mantiene la ofensiva de la campaña perdedora para deslegitimar la victoria de Biden –con desafíos legales y políticos nunca vistos–, la conclusión es que ningún país está inmune del riesgo de la deslegitimación de sus normas y procedimientos electorales.

Trump demostró que no les cuesta trabajo a los sectores de la extrema derecha, que por lo general tienen poco respeto por las instituciones y por las costumbres democráticas, emprender una ofensiva –animada por sus ansias de poder– capaz de lesionar de manera severa la credibilidad del sistema electoral. Las extremas de todo el mundo, con su vocación autoritaria y hegemonista, muy probablemente se verán tentadas a seguir el ejemplo de Trump. Preparémonos para que los Trumps de este mundo en caso de ser vencidos en franca lid no lo acepten tan gallardamente como exigen las convicciones democráticas.

Las artimañas grotescas de Trump para quedarse en el poder deben servirnos de campanazo de alerta. En Colombia, en épocas de extrema polarización no ha sido inusual que se profundicen los esfuerzos de manipulación electoral de todo orden. Los tiempos en que se decía “el que escruta elige”; o en que llegaban súbitamente del exterior miles y miles de votos como los que hicieron presidente a Misael Pastrana; o cuando Laureano Gómez argüía que había cientos de miles de cédulas falsas en manos liberales… parecerían superados.

No estoy tan seguro. Lo ocurrido en Estados Unidos demuestra que, si se da el suficiente grado de irresponsabilidad, caudillismo y desdén por la voluntad popular, esas cosas aparentemente superadas pueden volver a ocurrir. Y siempre que el sufragio se distorsiona y manipula, el siguiente paso es, ineludiblemente, la protesta masiva y la insurrección armada. En ese contexto, en el que quedó demostrado que ni siquiera los estadounidenses pudieron atajar la ofensiva deslegitimadora, y que una innovación tan confiable como el voto por correo dio para armar semejante acusación de fraude, al gobierno Duque –y sus partidos aliados– les da por ponerse de creativos modificando el régimen electoral y de garantías.

En Colombia el sistema electoral ha evolucionado de una manera sorprendente en cuanto a su capacidad de producir resultados ágil y verazmente. Esa tecnificación y modernización de la Registraduría le han dado confianza a la ciudadanía sobre la legitimidad cuantitativa de las contiendas. Ahora le quieren meter mano. La adopción del voto vía digital, al que se ha opuesto con toda la razón Rodrigo Lara, y el esfuerzo por desmontar la Ley de Garantías, entre muchos otros articulitos que contiene el proyecto de reforma electoral que cursa en el Congreso, son evidencia de que las intenciones del Gobierno y del Centro Democrático van mucho más allá que darle retoques de modernidad al régimen vigente. No sorprende ese empeño ante la evidente pérdida de favorabilidad del uribismo y su deterioro electoral confirmado en las elecciones locales y regionales. Hay un verdadero riesgo de que con un cambiecito acá y otro allá, en el código electoral, lo que ocurra es que las minorías puedan compensar aquello que no están obteniendo de la voluntad popular.

Esta peligrosa reforma electoral, en la que embarcaron al país los uribistas, se está cocinando a espaldas del país. Sin verdadero debate público y sin que los ciudadanos se hayan percatado de lo que está en juego, dicha ley avanza a escondidas, camuflada por la pandemia y aupada con fruición por el Ejecutivo.

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