Biden and Ecuador

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El presidente Joe Biden se posesiona en enero 20 y el nuevo presidente ecuatoriano, cuatro meses después. Como no sabemos a quién vamos a elegir, lo que podemos adelantar de la relación bilateral se concentra en lo que puede esperarse de Biden.

El presidente Trump desempolvó la doctrina Monroe. Con Venezuela jugueteó con una posible invasión, lo que era ilusorio: eso nunca tendría el apoyo de sus fuerzas armadas. Con Cuba dio marcha atrás a los gestos de apertura de Obama. El problema migratorio lo trató con dureza. Hay 666 niños que las autoridades migratorias separaron de sus padres en la frontera mexicana, y hoy no saben a quién devolverlos.

En lo positivo, Trump anunció su propósito de crear las condiciones para que las empresas estadounidenses que hoy tienen fábricas en Asia, sobre todo en China, las reubiquen en Latinoamérica. Pero esa iniciativa es recién de este año, y ante el cambio de Gobierno queda en letra muerta.

La política exterior de un país pequeño, frente a la potencia dominante en la región, debe orientarse en función de obtener los mayores réditos. En la última parte de su mandato, desde que el embajador Valencia pasó a canciller, el Gobierno ha llevado una política externa impecable. Trump ha sido consecuente con Ecuador: nombró como embajadores en Quito a diplomáticos de carrera de gran jerarquía, incidió en que el FMI acuerde con el Ecuador un crédito por $ 6.500 millones, de los que ya llegaron $ 4.000 millones, sin los cuales la situación fiscal sería caótica.

Con Trump, Ecuador logró la incorporación de rosas al sistema de preferencias SGP, lo que permite a nuestros floricultores competir en igualdad de condiciones con Colombia en el mercado estadounidense y ha negociado con Washington una primera etapa preliminar de lo que sería un acuerdo comercial.

Biden, nos recuerdan sus asesores, como vicepresidente fue quien se ocupó de las relaciones con América Latina: Obama, hijo de keniano y criado por un padrastro indonesio, concentró su atención en África, Sudeste de Asia y Europa. Biden archivará la doctrina Monroe, abandonará el garrote, y se acercará a los países latinoamericanos para buscar soluciones consensuadas a problemas mutuos.

Prioridad de Biden será retomar la política de Obama ante Cuba, reduciendo sanciones; con Maduro entablará diálogo, dejando a Guaidó en el aire. Para Centroamérica buscará la creación de empleo y en general mayor crecimiento, para aliviar el torrente de migración ilegal: el flujo migratorio de México es ahora neutro, entran tantos nuevos migrantes como los que retornan a su país.

Una política central de Biden será la lucha contra el cambio climático, lo que generará fricciones con Bolsonaro. El presidente de Brasil sufre un gran revés, ya que gozaba de una estrecha relación con Trump.

De lo anterior se desprende que Ecuador no será una prioridad. Será un desafío para el nuevo presidente de Ecuador mantener en el gobierno Biden la posición de prestigio en Washington que Moreno consiguió con la administración Trump. Por supuesto, si elegimos a un presidente que busque tener buenas relaciones con la gran potencia. Al menos uno de los candidatos más opcionados estaría tentado en reeditar la confrontación que caracterizó al gobierno de Rafael Correa.

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