Trump-Duque-Biden

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Trump-Duque-Biden

En 2021 veremos si Duque tendrá la flexibilidad para acomodarse a la nueva política norteamericana.

Año y medio queda al gobierno de Iván Duque con la nueva administración norteamericana y será interesante la evolución de las relaciones bilaterales, cada vez más importantes para Colombia.

Pasarán a un segundo plano las torpezas e imprudencias del gobierno y el Centro Democrático en la pasada campaña electoral en USA y el evidente malestar de importantes dirigentes del Partido Demócrata por la intromisión indebida de funcionarios y congresistas de la derecha colombiana a favor de Trump. Se impondrán el profesionalismo y el pragmatismo del Departamento de Estado en las relaciones Biden-Duque, así continúen abiertas las heridas en el Capitolio.

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Sin embargo, habrá cambios de fondo. En los últimos dos años y medio la alineación ideológica y política de Trump y el gobierno Duque-Uribe fue total. Juntos se embarcaron en la aventura del “concierto humanitario” de Cúcuta para tumbar a Maduro, decidieron concentrar los esfuerzos del combate contra las drogas en la fumigación de los cultivos ilícitos con glifosato y comenzaron a marcar distancias con el acuerdo de paz. Los ataques sistemáticos a la JEP, los entrampamientos y las últimas declaraciones de Trump en campaña en la Florida contra el acuerdo “Santos-Obama-Farc” son clara demostración de ese pleno entendimiento.

Como fruto de esa relación privilegiada, Colombia retrocedió décadas en su política exterior y adoptó decisiones claves en escenarios multilaterales sometida a los intereses norteamericanos. Renarcotizamos, además, las relaciones bilaterales.

Esa situación fue posible no solo por la decisión del gobierno de alinearse con Trump, sino, además, hay que ser justos, porque ideológicamente ambos gobiernos compartían una misma visión del mundo y del continente. Ahora esa coincidencia desaparece y veremos si Duque tendrá la flexibilidad para acomodarse a la nueva política norteamericana en temas tan sensibles para ambas naciones, como la lucha contra el narcotráfico, Venezuela o la propia implementación del acuerdo de paz.

No cabe duda de que la posición de Estados Unidos en estos tres importantes frentes será distinta a partir del próximo 20 de enero. Ante el narcotráfico se mantendrá la preocupación común por el crecimiento de los cultivos ilícitos, pero disminuirá el enorme entusiasmo de Trump por las fumigaciones y se planteará un nuevo enfoque, priorizando la erradicación voluntaria y la sustitución social de cultivos, así como la transformación de los territorios.

Con seguridad, el reciente informe de la Comisión Bipartidista al Congreso de USA será la hoja de ruta de la nueva política norteamericana para combatir este flagelo. En el caso de Venezuela se descartará la posibilidad de aventuras militares como solución a la crisis y se insistirá en una salida pacífica y democrática, manteniendo la presión internacional al régimen de Maduro. Habrá mayor diálogo multilateral, y Estados Unidos buscará fórmulas conjuntas con la Unión Europea, que el eje Trump-Duque desechó. Y, sin duda, la implementación del acuerdo de paz recibirá un nuevo impulso con la administración demócrata.

Los funcionarios anunciados en política exterior acompañaron al expresidente Obama, conocen bien a Colombia y apoyaron el acuerdo de paz con las Farc. Se espera un respaldo mucho más claro y contundente al acuerdo y a las instituciones derivadas del mismo, como la JEP.

La pregunta es, entonces, si Duque será capaz de pasar por encima de su excesiva ideologización y de los radicales de su partido y adaptarse a la nueva visión de Estados Unidos, o persistirá en su desgastada fórmula de derecha militarista. Las primeras respuestas se encontrarán en los cambios o no que realice en el Ministerio de Relaciones Exteriores, la embajada en Washington o el Ministerio de Defensa.

Si entiende la nueva realidad política de los Estados Unidos, con un gobierno demócrata y mayorías de ese partido en la Cámara de Representantes, con seguridad las relaciones continuarán cercanas. Si decide persistir en sus fracasadas políticas en estos tres frentes, asistiremos a un enfriamiento en las relaciones bilaterales en la recta final de su gobierno. Amanecerá y veremos.

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