Uno de los cambios más importantes en la política exterior de los Estados Unidos con el nuevo presidente Joe Biden, será en el tema de las armas nucleares dentro de su política de la negociación y el diálogo en un mundo multipolar y reivindicando el multilateralismo. Por eso, es tan importante el anuncio entre las primeras iniciativas de la reapertura del diálogo atómico con Moscú. Más del 90% de las bombas atómicas se encuentran en los arsenales de Rusia y Estados Unidos; las otras potencias atómicas son Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. Se estima que un conflicto nuclear global sería apocalíptico debido a que existe un potencial atómico que puede destruir el planeta varias veces.
En estos 75 años la denominada doctrina de la “Destrucción Mutua Asegurada”, a pesar de las numerosas crisis internacionales, se ha impuesto y ha evitado la utilización de misiles y bombas atómicas. En alguna oportunidad, el presidente Kennedy señalaba en una intervención en la ONU que con las armas atómicas cada hombre, mujer y niño viven bajo con una espada de Damocles colgando de un delgado hilo capaz de romperse en cualquier momento por accidente, error de cálculo o por locura; urgía a la comunidad internacional de que eliminara estas armas de guerra antes de que ellas acaben con la humanidad. La pasada semana, el Secretario General de la ONU António Guterres anunció al mundo la entrada en vigor del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares aprobado por las Naciones Unidas en 2017, con las obligaciones jurídicas para los países que lo firmen y ratifiquen, así como la obligación moral y política para las potencias atómicas y los Estados que por ahora no son parte del mismo. Desafortunadamente, los Estados con desarrollos atómicos y los miembros de la OTAN se han mantenido al margen. Este Convenio internacional obliga a no desarrollar, adquirir, almacenar, usar o amenazar con usar armas nucleares. Es un importante paso en el logro de la paz y la seguridad internacional. En el continente americano, por iniciativa de los gobiernos de América Latina y el Caribe, y después de lo que significó la Crisis de los Misiles Nucleares en Cuba que pudo llevarnos a una tercera Guerra Mundial se firmó el denominada Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe en la sede de la Cancillería Mexicana por eso se conoce como Tratado de Tlatelolco firmado el 14 de febrero y entró en vigencia el 25 de abril de 1969. Precisamente, compartimos cuando me desempeñé como Consejero de la Embajada Venezolana en México con quién fue el autor intelectual de este documento, profesor universitario y diplomático mexicano Alfonso García Robles; nuestra Embajada seguía los trabajos de la OPANAL (Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe). Esto ha permitido que nuestra región sea la única del planeta donde el uso del átomo tiene que ser con fines pacíficos y obliga a las potencias nucleares que tengan presencia en nuestra geografía y que pretenden militarizar el átomo.
En la geopolítica nuclear, las decisiones importantes las tienen Moscú y Washington; se estima en 7000 el número de ojivas nucleares. En el caso de China, Francia y Reino Unido pueden llegar a unas 300 armas; Pakistán e India, 150 armas; Israel, 80 armas y Corea del Norte una decena de armas nucleares. Los especialistas estiman que en los últimos años los países han reducido sus arsenales nucleares después de la caída del Muro de Berlín; aunque con la presidencia de Donald Trump y su “hard policy”, tanto la retirada de su país del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio el 1 de febrero de 2019 y con la respuesta inmediata Rusa de abandonarlo al día siguiente como el abandono del diálogo y los compromisos con Irán en materia nuclear logrado por el presidente Barack Obama y con el Acuerdo de los cinco miembros del consejo de Seguridad además de Alemania, se replanteó en muchas cancillerías la revisión de sus compromisos atómicos tanto en política nacional como en política internacional bajo el imperativo de la necesidad de llevar a cabo proyectos de modernización y proliferación vertical.
Con el presidente Trump, parecía imposible la renovación del Tratado de Reducción de Armas Nucleares (New START) entre Moscú y Washington que finalizaba el próximo 5 de febrero. La nueva actitud de la Casa Blanca al anunciar la voluntad del presidente Biden de prorrogar el pacto nuclear firmado en el 2010 por su colega Barack Obama y en esa época el presidente Dmitri Medvédev recibió una respuesta inmediata y positiva del Kremlin; tanto el presidente Putin como sus embajadores en Nueva York (sede de la ONU) y Viena donde funciona la Organización Internacional de Energía Atómica manifestaron estar dispuestos a la extensión del Tratado reconociendo lo positivo del cambio en la diplomacia nuclear estadounidense y coincidiendo ambos gobiernos en el compromiso generado por su adhesión a la Carta de Naciones Unidas en los propósitos de la paz y la seguridad internacional.
Estos aspectos de la política internacional y el nuevo orden post pandemia anuncian, para todos los países, nuevas orientaciones en sus políticas nacionales y en sus políticas exteriores en función de sus alianzas internacionales.
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