Un hombre con poder y sin futuro, como el presidente Joe Biden de 78 años, debe construir su propia mitología y un espacio privilegiado en la historia.
Biden ya no puede ser político, sino estadista, no debe preocuparle la reelección, sino la historia. Por eso apela al secreto africano de la inmortalidad, plantarse en el inconsciente colectivo de quienes le sobrevivan, impulsando grandes proyectos de obras públicas y desarrollo humano.
Su plan de reactivación económica superará los $3 trillones, con los casi $2 ya aprobados, pasará de $5 trillones en sus primeros 100 días. Los demócratas finalmente usarán el poder que el pueblo les dio en las urnas, sin buscar la “aprobación” de los republicanos para impulsar una agenda verdaderamente progresista.
Aumentándoles impuestos a los ricos, para apoyar a los pobres, el Estado redistribuirá las riquezas de la nación.
Biden fabrica su sitial histórico, como un auténtico revolucionario.
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