Todo inquilino de la Casa Blanca sabe que logra un mandato de cuatro años pero escasamente dispone de dos antes de que las elecciones de medio mandato, que suelen ser adversas, compliquen su agenda. Después de acometer la gran urgencia, estimular una verdadera lucha contra el coronavirus en la todavía primera potencia del planeta, Joe Biden debe desplegar cuanto antes toda la ambición que Estados Unidos necesita para plantar cara a China. El plan ‘Reconstruir mejor’ que acaba de presentar en el simbólico Estado de Pensilvania persigue, en la senda del New Deal de Roosevelt, cimentar los pies de barro del país, que cada vez más a menudo quedan al descubierto por un huracán o una ola de frío. El puesto número 13 del mundo en calidad de infraestructuras al que EE UU ha descendido exige los 1,7 billones de euros que el demócrata prevé invertir en ocho años. Crear millones de empleos, recuperar carreteras o redes eléctricas que se caen y sobre todo superar la desigualdad estructural de minorías y mujeres y afrontar la crisis climática. En la batalla política que se avecina, los republicanos deberán decidir si solo sirven a las corporaciones o trabajan por el futuro de todos los estadounidenses.
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