The country that considers itself the defender of human rights has the biggest prison population in the world, which it subjects to harassment and mistreatment.
The United States has the biggest prison population in the world, with around 2 million prisoners across the country.
Fifty percent of this population makes up the Division of Correctional Industries, which is known as Corcraft in New York, and houses 1,820 prisoners.* These prisoners receive between 16 cents and 65 cents an hour for their work, 95 times less than the federal minimum wage that federal salaried workers receive.
Corcraft has 13 prisons in the United States, and its main clients include other state agencies such as the Department of Health and Human Services and the Department of Transportation, as well as New York University and the Department of Homeland Security. In 2019, Corcraft Corporation earned $53 million by selling various objects made by prisoners.
New Yorkers will surely have used or seen some of these items, such as chairs or desks in universities, barricades used by police, coffins for those who have died of COVID-19 and cable ties used to restrain protesters, among other things. These are all made by prisoners, who are not required to join these work programs, but might otherwise be subject to disciplinary action or become ineligible for parole or a reduced sentence if they decline.
Seventy-five percent of the prisoners are Black, Latino and Native American. As renowned civil rights activist Angela Davis has said, “How can we imagine a society in which race and class are not primary determinants of punishment? Or one in which punishment itself is no longer the central concern in the making of justice?”
African Americans are incarcerated eight times more often than white people in the U.S.
Orisanmi Burton, an assistant professor of anthropology at American University, told the news site Truthout that, “the primary purpose of prison labor programs like Corcraft is to save the state costs on prison operation and maintenance, so that the broader prison-industrial complex can continue to expand.”
The expansion of the prison-industrial complex occurs as a result of the suffering and mistreatment of the incarcerated. When it comes to health, the lack of suitable equipment means that prisoners work with highly dangerous materials. However, it is very difficult to submit a complaint in institutions like these, which not only revolve around power, but also abuse it. Despite laws like the Prison Reform Litigation Act, which seriously limit the ability of prisoners to submit a claim in a federal court, there are at least 13 public claims that have been filed against Corcraft for work-related injuries.
The pay for prison work is wholly insufficient, but for many inmates, it is the only way to buy food, toiletries or religious items. It is also a way for prisoners to save up and send something to their families, who also suffer from being apart from their parents or siblings. Some 2.7 million American children have a parent in prison. It is very difficult for these children to grow up without parents, and it is difficult for the adults who face legal problems. According to a report by the Ella Baker Center for Human Rights, one in every five families ends up in debt of approximately $13,000 due to court and lawyer fees.
The prison system would not have been able to grow this much if it were not for the support of private corporations, which have a huge economic interest in incarceration. Currently, 4,000 of these corporations have contracts with corrections departments for items such as prison construction and design, food, health services, money transfers, technology and more. But undoubtedly, the big winners are the banks, which lend money to the states for public corrections departments. New York owes $3.9 billion to Citibank, JPMorgan and Goldman Sachs.
Ruth Wilson Gilmore, a professor at New York University and a specialist on this subject, says that private prisons are not the propellers of mass incarceration, but “parasites on the system.”
Slavery legally ended in 1865 when Abraham Lincoln declared all Black slaves to be free. However, minorities continue to be economic and political hostages. The first corrections industries were established in 1893 in New York, and since then, the main objective has been to use prisoners to reduce state costs. At the moment, 850,000 prisoners are victims of this system of labor exploitation in the U.S.
*Editor’s note: Corcraft is the “brand name” for the Division of Correctional Industries, an entity within the New York State Department of Corrections and Community Supervision.
El país que se considera paladín del los derechos humanos posee la población carcelaria más grande del mundo, a la que somete a vejaciones y malos tratos
Estados Unidos posee la mayor población carcelaria del mundo, alrededor de 2 millones de prisioneros a lo largo de todo el territorio.
El 50% de esta población integra la División de Sistemas Penitenciarios de Trabajo, que en el estado de Nueva York se llama Corcraft y alberga a 1820 prisioneros. Ellos reciben por su trabajo de 16 a 65 centavos por hora, 95 veces menos que el salario mínimo a nivel federal que reciben los asalariados a nivel federal.
Corcraft posee 13 prisiones en todo el Estado, sus principales clientes son los otros Departamentos Estatales como el de Salud, Transporte, así como la Universidad de Nueva York y la División de Seguridad Nacional. En el año 2019 la Corporación Corcraft obtuvo 53 millones de dólares de ganancias por la venta de diferentes objetos realizados por la población carcelaria.
Los neoyorquinos seguramente habrán usado u observado algunos de estos elementos como sillas o escritorios de las universidades, las barricadas que usa la policía, cajones para muertos de Covid19, precintos para sujetar a manifestantes entre otros elementos. Todos construidos por los encarcelados, a quienes si bien no se los obliga a entrar a los programas laborales, si no lo hacen son plausibles de sanciones disciplinarias, o no pueden acceder a salidas temporales o ver reducidas sus condenas.
El 75% de los prisioneros son negros, latinos y nativos americanos. Como dijera Angela Davis, famosa activista por los Derechos Civiles. «¿Cómo podríamos imaginar una sociedad en la que la raza y la clase no sean los determinantes primarios del castigo? ¿O uno en el que el castigo en si ya no es la preocupación central en la realización de la justicia?».
Los afroamericanos son encarcelados ocho veces más que los blancos en EE UU.
Orisanmi Barton, profesora asistente de antropología en American University le dijo al medio Truthout que «el propósito principal de los programas de trabajo penitenciario como Corcraft es ahorrar los costos estatales en la operación y mantenimiento de las prisiones para que el complejo industrial penitenciario pueda seguir expandiéndose».
Estas expansiones se producen mediante el sufrimiento y maltrato de las personas encarceladas. En materia de salud, la falta de equipos adecuados para trabajar hace que los reclusos trabajen con materiales altamente peligrosos, sin embargo es muy difícil presentar quejas en instituciones como esta donde no solo concentran el poder, sino que abusan del mismo. A pesar de leyes como la Ley de Reforma de Litigios Penitenciarios que limitan seriamente la capacidad de los encarcelados para presentar demandas en un tribunal federal, hay al menos 13 demandas disponibles públicamente en contra de Corcraft por lesiones laborales.
El pago por el trabajo en las prisiones es totalmente insuficiente, pero para muchos de los presidiarios es la única forma de poder comprar comida, elementos para limpieza o religiosos. O no comprar nada, ahorrar y enviar algo a sus familias, quienes también sufren por tener lejos a sus padres o hermanos: 2,7 millones de niños norteamericanos tienen a uno de sus padres en la cárcel. Es muy difícil para estos niños crecer sin ellos, así como para los adultos enfrentar los problemas legales. Según un reporte de una organización por los Derechos Humanos, Ella Baker, una de cada cinco familias queda endeudada por alrededor de 13 mil dólares, ya que tienen que pagar a los abogados y gastos de la Corte.
El sistema carcelario no podría haber crecido tanto si no fuera por el apoyo de corporaciones privadas que tienen grandes intereses económicos enraizados en el trabajo de los encarcelados. En este momento 4000 de estas corporaciones tienen contratos con los sistemas penitenciarios en ítems como construcción y diseño de prisiones, alimentos, servicios de salud, transferencias de dinero, tecnología y otros. Pero sin dudas los grandes beneficiados son los bancos, quienes prestan dinero a los estados para los sistemas penitenciarios públicos. Nueva York tiene una deuda de 3.9 billones de dólares con Citibank, JPMorgan, Goldman Sachs.
La profesora de la Universidad de Nueva York, Ruth Wilson Gilmore, especialista en este tema, dice que «los especuladores privados no son impulsores del encarcelamiento sino parásitos del sistema».
La esclavitud terminó legalmente en el año 1865, cuando Abraham Lincoln declaró la libertad a los esclavos negros. Sin embargo las minorías siguen siendo rehenes económicos y políticos. Las primeras Industrias Correccionales se establecieron en 1893 en Nueva York, desde ese momento el principal objetivo es utilizar a los prisioneros para reducir los gastos estatales. En el presente 850 mil prisioneros son víctimas de este sistema de explotación laboral en EE.UU.
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