A Welcome Change

<--

No hay dudas de los cambios que ha producido la llegada de Joseph Biden a la Casa Blanca. Hoy la posición de los Estados Unidos frente al medio ambiente y el calentamiento del planeta es distinta, más acorde con las preocupaciones globales frente al problema más apremiantes para la humanidad.

En tres meses el país norteamericano pasó del capitalismo salvaje promovido por Donald Trump, para el que lo fundamental era que su nación produjera y generara riqueza sin importar el daño que se provocara, a un escenario en el que se acepta la cuota de responsabilidad en el cambio climático y se manifiesta la intención de trabajar para reducir esa brecha.

El giro de Biden se refleja en su decisión de regresar al Acuerdo de París y convocar a una Cumbre de Líderes por el Clima que se realizará la tercera semana de abril, a la que ha invitado a los mandatarios de las 17 naciones responsables del 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero, incluidos los de China y Rusia, así como a 23 más de países afectados o comprometidos con las soluciones, entre ellos Colombia. Es un paso en el camino correcto, aun cuando lo más importante es que las metas propuestas se cumplan y ese consenso se respalde con las acciones decididas.

Ya existe una hoja de ruta con el Acuerdo de París, firmado por 195 Estados, que si bien no es un tratado perfecto ha logrado aceptación mundial. Cinco años después de su promulgación, y tras el bache que significó la salida de los Estados Unidos del pacto por orden de Donald Trump, ahora hay que ponerlo a funcionar y que no fracase como ocurre desde hace tiempo con esas iniciativas multilaterales.

Las soluciones radicales no dan más espera debido al deterioro que acusa la Tierra, resultado de la pérdida sostenida de sus recursos naturales, la destrucción de ecosistemas con la consecuente desaparición de especies o el calentamiento de los océanos que ha llegado a niveles récord según un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial. Los efectos evidentes se perciben por ejemplo en el aumento de los fenómenos climáticos que están relacionados de forma directa con ese daño ocasionado al planeta. Ejemplos de ellos son los huracanes cada vez más frecuentes y potentes, o manifestaciones como El Niño o La Niña que recrudecen las temporadas de lluvias o acentúan las épocas de sequía.

Por ello es importante que los líderes, convocados por Biden, se reúnan, debatan y sobre todo se unan, más allá de las diferencias políticas, para alcanzar los objetivos propuestos, que no son nada distinto a las acciones que se deben adelantar para salvar al mundo y a quienes habitan en él. En el Acuerdo de París se supone que está todo lo que se debe hacer como realizar la conversión hacia las energías limpias, reducir el consumo de combustibles fósiles y disminuir la contaminación ambiental.

Las metas son precisas, ahora hay que cumplirlas. Por ello, bienvenido el cambio, y si de esa Cumbre de Líderes por el Clima promovida en buena hora por el Presidente de los Estados Unidos salen compromisos concretos de cada una de las 40 naciones, que sean medibles y realizables, se habrá dado un paso adelante para detener la carrera desbocada que la humanidad emprendió hace unas décadas en contra de su bien más preciado: su propia casa.

About this publication