Kamala Harris and Andres Manuel Lopez Obrador

<--

Kamala Harris, vicepresidente de Estados Unidos, conoce México. En algunos aspectos bastante bien. Ha encabezado comisiones de investigación sobre temas de inseguridad y migración entre los dos países, ha visitado el nuestro en varias ocasiones. Pero tengo la impresión, tras leer su autobiografía (Nuestra Verdad, Planeta), de que nos conoce como nos conoce el especialista que consultamos sobre un padecimiento: entiende perfectamente la naturaleza de la infección, tiene a la vista los resultados de laboratorio y sabe cosas de algunos rincones de nuestro cuerpo que incluso ignoramos; pero en esencia, y como seres humanos, le resultamos unos perfectos desconocidos. Algo similar sucede con la vicepresidente y México. Tampoco es su responsabilidad, desde luego. No obstante, su visita en junio próximo es una oportunidad para subsanar parte de ese desconocimiento. Algo que podría ser clave de cara al futuro.

Con la visita de Kamala Harris solo espero que no suceda lo que le pasó a Enrique Jackson con Felipe Calderón. Allá por 2005 hicimos la presentación de Los Suspirantes, un libro con los perfiles de más de una docena de políticos que buscaban la silla presidencial. Para la presentación invitamos a los precandidatos a comentar sus propios perfiles y la mitad de ellos aceptaron, entre ellos Felipe Calderón. La noche en cuestión llegaron puntuales todos ellos menos el panista, aunque uno de sus asistentes se había adelantado para pedirnos unos minutos de tolerancia porque el tráfico tenía atorado a su jefe a pocas cuadras del lugar. Pasados 15 minutos comenzó a crecer la impaciencia entre el público, pero sobre todo entre los propios precandidatos, a los cuales no les hacía ninguna gracia esperar por un futuro rival. Jackson, quien era uno de los suspirantes por el PRI (Roberto Madrazo le ganaría la candidatura de su partido), no aguantó la incomodidad y me apremió a arrancar el evento: “ya no esperemos al chaparro, total tiene menos posibilidades de conseguir ser candidato por el PAN, que yo por el PRI”. Y en efecto, en ese momento todos los pronósticos favorecían a Santiago Creel, el delfín de Vicente Fox, para hacerse de la nominación por el blanquiazul. Decidimos arrancar la presentación, aunque dejamos una silla para Calderón a la orilla del estrado. En algún momento el futuro presidente se incorporó al presídium, pero no sin que su asistente lo hubiera puesto al tanto de las palabras de Jackson. Sobra decir que el resto del sexenio resultó un páramo para el político priista.

La anécdota ha vuelto a mi cabeza a propósito de la visita de Kamala Harris a México porque tengo la impresión de que no se ha aquilatado en toda su dimensión la relevancia de la entrevista que tendrá, entre otras, con López Obrador. Se asume que es una enviada del gobierno de Biden de primer nivel, lo cual es cierto, pero es mucho más que eso. Simple y sencillamente porque podría terminar convertida en presidente de su país. Al menos tiene más probabilidades de serlo de las que tenía Felipe Calderón en la primavera de 2005.

Para empezar, Joe Biden tiene 78 años y quiere gobernar los siguientes ocho, lo cual supondría terminar a los 86 de edad. Como se sabe, frente a cualquier eventualidad durante su primer o su segundo período (asumiendo que Harris siga ocupando la vicepresidencia), ella tomaría su lugar, como lo hizo Lyndon B. Johnson, quien terminó quedándose seis años como titular de la Casa Blanca. Segundo, porque incluso sin una emergencia de por medio, el mero hecho de ser vicepresidente la coloca automáticamente en la precandidatura de su partido, al terminar el ciclo de Biden. Quince vicepresidentes en la historia de Estados Unidos han subido al siguiente escalón, entre ellos el propio Biden. Los más recientes, Nixon, Ford y Bush.

Eso hace de Kamala Harris, insisto, algo mucho más que la simple enviada de Biden. En una de esas, la comprensión que adquiera sobre nuestras realidades a partir de visitas como ésta podría ser decisiva en la actitud y en la definición de políticas de la Casa Blanca respecto a México en los próximos años.

Desde luego la relación entre dos países, así sea tan desigual como la de Estados Unidos y México no empieza y termina con los humores personales del ocupante de la Casa Blanca. Hay enormes inercias en la compleja interdependencia entre los dos países. Pero son tales los impactos que las decisiones del norte provocan en las exportaciones, las remesas, la migración, el turismo o la inversión, que la suerte de muchos compatriotas, empresarios y regiones termina dependiendo del “estilo personal de gobernar” del ejecutivo en funciones.

No se trata, por supuesto, de un exhorto a hacer la corte ni ofrecer las perlas de la virgen para asegurar una buena disposición de Kamala Harris para con nuestro país. Se trata esencialmente de aprovechar la oportunidad para hacerla más sensible a la verdadera dimensión de nuestros problemas. Los mayores daños suelen surgir no de la mala leche, sino de la ignorancia o los prejuicios. Ella sabe que los boicots al tomate, al aguacate o las autopartes de México producen desempleados que tarde o temprano atosigarán sus fronteras. Pero una cosa es leerlo en un briefing y otra muy distinta entenderlo a cabalidad. Es muy fácil, desde el escritorio de la Casa Blanca, ceder a la presión de un grupo de agricultores o de obreros estadounidenses que exigen el endurecimiento de fronteras, pero la decisión se vuelve más ardua cuando el responsable está consciente de todas las consecuencias.

Ser hija de migrantes, haber crecido como miembro de las minorías y tener una trayectoria de abogada y fiscal de causas sociales la harían sensible a muchas de las banderas y preocupaciones del gobierno de la 4T. Pero su énfasis en temas de cambio climático, derechos humanos y agendas del movimiento feminista podrían provocar desencuentros y mutuas desconfianzas. Más allá de las fobias y filias personales que puedan desarrollarse entre AMLO y ella, es mucho lo que está en juego. Solo podemos desear que la visita y lo que derive de esta sea abordada con la mayor de las atenciones, responsabilidad e inteligencia. ¿La habrá?

About this publication