Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, visitará algunos países de Centroamérica y el 8 de junio vendrá a México. Al escribir estas líneas no está definida la duración de su estancia ni los lugares que visitará, pero es claro que su principal objetivo es tener un encuentro con el presidente López Obrador que le permita informar a su jefe no sólo sobre el tema migratorio, sino también hacia dónde quiere este último llevar al país.
Es su primera encomienda en el exterior y sigue los mismos pasos del presidente Joe Biden, quien viajó como vicepresidente por estos mismos países en más de una ocasión. En la Casa Blanca estas visitas se preparan con todo detalle y rigor. Las diversas dependencias del gobierno preparan carpetas informativas detallando los asuntos relevantes con cada país a visitar: describen su gobierno, su economía, su ambiente político, sus liderazgos empresariales, académicos, intelectuales, sus medios de comunicación; especial énfasis ponen en conocer y entender sus actitudes hacia Estados Unidos y sus vínculos con el resto del mundo.
El viaje se decidió a la luz de los flujos de migrantes centroamericanos que llegaron en decenas de miles a la frontera con México, la primera crisis enfrentada por su gobierno. Han de saber que, si bien el asunto parece se ha calmado, de ninguna manera se ha resuelto. Saben que el gobierno mexicano tiene desplegada la Guardia Nacional en nuestras fronteras.
Los análisis que seguro ya recibió la habrán sensibilizado de las profundas deudas sociales que Guatemala, Honduras y El Salvador arrastran desde hace décadas, la habrán informado del rol que la CIA jugó en esa región apoyando a dictadores criminales que, a fuerza de matanzas de miles de ciudadanos, ejercieron un poder violento y corrupto. El legado de su país en esa región arroja un balance oscuro. Hoy sus anfitriones son figuras cuestionadas y cuestionables, con crecientes rumores de corrupción, protección al narcotráfico y represiones selectivas.
Biden y Harris han dicho que quieren atacar “las causas de la emigración”, por medio de generar oportunidades de trabajo y bienestar a quienes hoy no las tienen. El concepto es impecable, nada nuevo, por cierto, pero hasta hoy cada día más lejano de lograrse. Por eso las decenas de miles de personas que buscan en Estados Unidos la probabilidad de una vida mejor.
¿Cuáles son los temas que hoy son prioritarios en la agenda entre México y Estados Unidos? ¿Insistirá el mandatario mexicano en su idea de Sembrando Vidas, como parte de la solución? ¿Le pedirá que reciban a nuestros trabajadores agrícolas?
Supongo que Harris cuidará las formas, tiene un estilo suave, sonrisa amable, sensibilidad y una aguda inteligencia, complementada con años de experiencia política. Pero regresará a Washington a informar a su jefe lo bueno y lo preocupante que encuentre en México. ¿Qué le dirá sobre los resultados de la elección del 6 de junio? ¿Qué esperar de López Obrador ante un resultado contrario a sus expectativas y su respeto al Estado de derecho? ¿De los ataques verbales a los agentes de la DEA y el rompimiento de los mecanismos de colaboración? ¿Qué respuesta le dio ante los crecientes índices de violencia que sufrimos y su apertura a recibir más colaboración de nuestro vecino? ¿Sobre los cambios en la política energética que afectaron a sus inversionistas? ¿Sobre los ataques a los medios de comunicación, a los académicos y periodistas que denuncian sus errores y abusos?
López Obrador ha dicho, como era de esperarse, que México es soberano y, por ende, no acepta intromisiones externas. Es lógico y normal que lo diga, pero las cosas no funcionan así cuando existen intereses sustantivos entre dos países con una vecindad tan intensa y relevante. Biden y Harris tienen una visión global donde los argumentos soberanistas se respetan, pero también se exige congruencia y compromiso con sus intereses y principios.
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