Una conclusión a la que se puede arribar de las lecciones que deja la crisis de la pandemia del Covid-19 es que los grandes retos de la humanidad sólo pueden ser resueltos con la activa participación de sectores sociales y con la intervención del Estado ante el poder corporativo. Los ideólogos del libre mercado han fracasado. The Economist se lamentó tras la crisis financiera de 2008 de que “todos los signos apuntan en la misma dirección: un rol más grande para el Estado y uno más pequeño y constreñido para el sector privado. Este periódico (sic) espera profundamente que esto no suceda”. Marco “sic”, porque aunque The Economist se llame periódico, no es un instrumento de búsqueda de la verdad sino de propaganda de poderes financieros, como los de la City de Londres (ver reseña del libro Liberalism at Large, the World According to The Economist, de Kevin Zevin en https://bit.ly/3pkbDTI). Recién, con su típico aire de superioridad, llamó a los mexicanos a votar contra Morena. Es como si La Jornada se atreviera a llamar a los escoceses a votar por salirse de Reino Unido. Desde el otro centro del poder financiero mundial, Nueva York, un artículo de The Wall Street Journal lamentó que “Latinoamérica, que lideró a las naciones en desarrollo en adoptar un modelo de desarrollo económico amigable con los mercados, pueda estar ahora liderándoles a alejarse del él” (Greg Ip, The Wall Street Journal, 2/6/01).
En contraste, la revista Time, que difícilmente se le puede tildar de izquierda, publicó un artículo de Chris Hughes, del Roosevelt Institute, que asevera que “si el mensaje no era claro, ahora es imposible de eludir, el gobierno interviene cuando las cosas se ponen escabrosas” y que “se está atestiguando la realineación más profunda de la economía política de Estados Unidos en 40 años” (desde que Reagan acuñó la frase “el gobierno no es la solución a nuestros problemas. El gobierno es el problema”). Hughes dice que “esa ideología (de libre mercado) empezó a desquebrajarse tras la gran recesión de 2008-09, ahora con la emergencia de la pandemia de Covid-19 se ha colapsado” ( Time, 24-31/5/21).
La crisis del neoliberalismo presenta grandes oportunidades para que gobiernos y movimientos sociales enfrenten los más grandes retos de la humanidad, como el cambio climático y la inequidad. El mismo gobierno de Biden ha dado importantes pasos que le confrontan con intereses corporativos al desmontar muchas medidas de desregulación de protecciones ambientales de Trump. Además de proponer la suspensión de patentes de las vacunas contra el Covid-19 está proponiendo una tasa de impuesto mínimo, el cual puede frenar los paraísos fiscales y ayudar a que los países no compitan para atraer inversiones bajando sus tasas impositivas. El enfoque debe ser la coordinación de políticas fiscales que ayude a aumentar el ingreso fiscal de todos los países. Esto es importante especialmente cuando las grandes corporaciones hacen todo lo posible por reducir sus contribuciones fiscales y beneficiar a sus accionistas, así como a sus altos mandos. Un estudio de Sarah Anderson y Sam Pizzigati, mis colegas del Institute for Policy Studies (https://cutt.ly/gnmbAUm), demuestra cómo durante la pandemia, los trabajadores de bajos salarios han perdido ingresos y empleos, y en cambio muchas de las mayores corporaciones de EU protegen a sus directores ejecutivos (CEO, por sus siglas en ingles). En 2020, 51 de las 100 empresas más grandes del país otorgaron aumentos de 29 por ciento a sus CEO, mientras los empleados de bajos ingresos perdieron 2 por ciento. El promedio de compensación anual a los CEO fue de 15.3 millones de dólares, mientras los salarios de los trabajadores promedian 28 mil 187 dólares, una proporción de 830 a uno. Sin duda, la concentración de la riqueza durante esta pandemia ha sido una infamia y queda más clara la urgencia de aumentar la recaudación fiscal para combatir la desigualdad inherente al sistema capitalista.
La otra gran crisis que enfrentamos, el cambio climático, también está siendo combatida de frente por movimientos globales que luchan ante las corporaciones responsables del aumento de emisiones de dióxido de carbono. Como explican Joseph Wilde-Ramsing y David Olivier de Leth: “el pasado 26 de mayo puede pasar a la historia como el día más importante de 2021 con respecto al clima” (https://bit.ly/2T2n4Uc). Ese día, “accionistas-activistas” en EU lograron elegir a dos ambientalistas para la junta de la gigante petrolera Exxon y que Chevron reduzca sus emisiones. Y la mayor noticia de ese día provino de Holanda, donde una corte otorgó una gran victoria legal al capítulo holandés de Amigos de la Tierra (Milieudefensie) y otras ONG y a la ciudadanía de ese país al ordenar a la petrolera Shell reducir de manera drástica –45 por ciento para 2030– sus emisiones de dióxido de carbono.
Cada vez queda más claro que lo que la humanidad y el planeta menos necesitan es el laissez faire corporativista que promueven The Economist y The Wall Street Journal.
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