From the White House with Love

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El gobierno de Morena quería y lo obtuvo. Estados Unidos le ha respondido que no sólo no suspenderá el financiamiento a organizaciones de la sociedad civil que trabajan contra la corrupción, sino que actuará contra gobiernos que, como el de México, toleran la actividad del crimen organizado. Y sin mencionarlo le deslizó la dedicatoria a los “líderes autoritarios” que minan la democracia.

El Presidente de México rompió las formalidades diplomáticas al acusar a Joe Biden de promover desde su embajada un golpe de Estado, al financiar a la organización Mexicanos Contra la Corrupción y otras.

El Senado invitó a la vicepresidenta Kamala Harris a sostener un encuentro, justo desde donde el diputado aliado de Morena, Fernández Noroña, acusó directamente a EU de promover el golpe de Estado.

Como dije en otra entrega, son palabras mayores que un verdadero jefe de Estado no puede decir a la ligera. Joe Biden y Kamala Harris deben saber que los mexicanos defenderemos con el voto y la ley nuestra democracia que tanto dolor y sacrificio costó a verdaderos hombres de izquierda y de derecha.

Si algo tiene el gobierno es que no es de izquierda. Y si algo tampoco entiende es que no puede derruir la democracia ni vulnerar el Estado de derecho, como lo hacen los “líderes autoritarios”, sin consecuencias internacionales. No somos una isla.

Ahora se debe acusar recibo. Pero si lo que se busca es convocar a la unidad nacional en torno a López Obrador, la respuesta debe ser no. La unidad es en torno a nuestra democracia y las instituciones, nada más.

Ahora bien, en las elecciones se conjunta una serie compleja de contradicciones a las cuales poca atención damos. Una de ellas es que para los ciudadanos las votaciones no representan una festividad cívica, sino una carga que rara vez quieren llevar en sus espaldas.

En esto interviene la gran distancia entre el acto y el significado de votar, y el efecto real del sufragio; es decir, que los candidatos y gobiernos terminan produciendo políticas públicas que rara vez están relacionadas con los ofrecimientos de campaña.

Los electores terminan sintiéndose engañados por quienes votaron, y especialmente porque no existe otro mecanismo de rendición de cuentas más que la siguiente elección.

Por las características del elector mexicano se explica por qué en las últimas semanas se han desarrollado estrategias desde el oficialismo para propiciar el abstencionismo.

Tenemos ejemplos de votaciones copiosas, que están más relacionadas con el hartazgo y el enojo, que con la necesidad de dar una orientación a sus sociedades.

Así resurgió la ultraderecha en Europa y populistas en Estados Unidos, Brasil y México. El resultado de este “voto catártico” termina en el sacrificio de los derechos humanos y las libertades de las clases medias y populares.

Con Trump, los pobres siguieron siendo pobres y quienes concentran la riqueza mantuvieron sus privilegios.

En México las personas en pobreza se mantuvieron, pero aumentó la pobreza extrema.

A la mala administración de las finanzas públicas se sumó el no aumento de impuestos y el desequilibrio en el gasto por la entrega de dinero en efectivo, que son acciones asistencialistas y regresivas.

Luego vino covid que impactó a las economías regionales que según el BID, registraron una contracción de alrededor del 7.5% y el 9 por ciento.

México, por razones ideológicas, no apoyó las pequeñas y medianas empresas, quebrando un millón de éstas y 2.5 millones quedaron desempleados. Recuperaremos el crecimiento hasta 2025.

Este domingo recuperaremos, votando, nuestra dignidad. Refrendaremos o no la violación de derechos humanos, especialmente de las mujeres; la impunidad del crimen organizado y el embate al Estado de derecho.

De todos depende.

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