Kamala: Good Intentions and Nothing

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Kamala, las buenas intenciones y la nada

Pues vino y se fue la vicepresidenta de Estados Unidos para hablar de migración —y algunas otras cosas— con los gobiernos de México y Guatemala.

Tal vez habrá que comenzar diciendo que no visitó Honduras ni El Salvador. Tal vez porque el presidente hondureño tiene un hermano condenado en EU por narcotráfico y el presidente Bukele pues… es el presidente Bukele.

Así que arranquemos diciendo que no visitó la mitad de los países que han vuelto a llenar la frontera con migrantes.

En Guatemala, Harris mandó el mensaje de ya no vengan porque los vamos a regresar. En mayo, la patrulla fronteriza arrestó a 180 mil 34 migrantes. El mayor número mensual desde el año 2000. Tal vez la única buena es que hubo menos menores no acompañados. Pero no hay que obviar que la administración Biden sigue utilizando la medida de emergencia llamada Título 42, instituida por Trump y que permite al gobierno de Estados Unidos expulsar a la mayoría de quienes entran. De hecho, los números de mayo señalan que la mayoría fueron arrestados bajo esa norma.

En Guatemala y en México, Harris no trajo muchas nuevas ideas. Eso sí, arropadas con un discurso generoso y sensible que nada tiene que ver con el de Trump y los republicanos, pero me temo que los discursos sensibles no hacen mucho para solucionar la situación de emergencia.

Harris ofreció algo de dinero —algunas migajas con relación a la magnitud del problema en Centroamérica— repitiendo esfuerzo que desde hace mucho se ha intentado desde EU para desarrollar la economía de la región y el bienestar de sus ciudadanos, con los resultados que vemos ahora.

En relación con México, la petición más sensata de nuestro gobierno, la ampliación en serio de visas temporales de trabajo, fue enviada a un comité para examinarse. Es decir, la nada. Lo que sí está claro es que México seguirá operando la vigilancia en su frontera sur para impedir el largo y peligroso viaje. Pero una vez más, llevamos ya algunos años en eso y los números dicen que poco cambia —más allá de que los migrantes enfrentan cada vez más peligros—.

Así que nuevo tono, pero poco en sólido. Eso sí, nos hablan más bonito.

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