EEUU no se vacuna ni con cerveza gratis
De nada han servido los regalos por vacunarse -entradas a eventos deportivos, viajes gratis en avión, billetes para lotería covid, barra libre de cervezas Anheuser-Busch-, que el trumpismo ha calificado de sobornos. Joe Biden no ha podido cumplir su promesa de tener al 70% de la población mayor de 30 años vacunada con al menos una dosis para la fiesta nacional del 4 de julio. No podrá ser, como pretendía, el Independence Day del coronavirus. La pandemia, la resistencia militante a vacunarse y las variantes siguen ahí como el dinosaurio de Monterroso.
Pese al buen ritmo, cerca de 300.000 dosis diarias, la tasa está en el55%. Cuatro grupos tienen la culpa: hispanos, afroamericanos, negacionistas blancos y republicanos. El tercero y cuarto, que vienen a ser lo mismo, son los más numerosos. Hay un boicot al objetivo de Biden, una enmienda a una presidencia que consideran ilegítima, fruto de unas elecciones robadas. No todos los creen, claro, pero es el mantra que ha impuesto Donald Trump, que tiene cogidos a los dirigentes del partido por el cuello. Es quien maneja los fondos de los súper-donantes que decidirán muchas carreras políticas en las elecciones legislativas de noviembre de 2022.
La mayor resistencia se concentra en los distritos de los Estados centrales y del sur, en los que mandan los republicanos más ultramontanos. En ellos, la vacunación está por debajo del 50%, frente al buen ritmo de las ciudades y los Estados costeros. El 72,1% de los distritos rebeldes votaron a Trump. En los más pobres y rurales, el ritmo de vacunación no llega al 28%. Pese a los hechos -la mayoría de las muertes actuales por covid en EEUU se concentra entre los que no se han vacunado–, priman los bulos.
Todo el país en riesgo
Es una situación que pone en riesgo a todo el país. Hay una carrera al sprint entre las cuatro vacunas occidentales y la variante india del coronavirus llamada Delta, que es altamente contagiosa. Están en juego la salud de millones de personas y el crecimiento económico. En Europa, la resistencia se concentra en los países del Este en manos de derechas extremadas.
Los afroamericanos de EEUU no se vacunan en masa porque no se fían del hombre blanco que los trata como ciudadanos de segunda, encerrándolos en guetos de miseria en los que la policía ha gozado de impunidad hasta la excepción de George Floyd. Hay dos mundos que fluyen paralelos, sin apenas rozarse: el rico y el pobre. En EEUU se puede dibujar el futuro de una persona por el distrito postal en el que vive. El país de las oportunidades está seco desde los años ochenta, o tal vez antes. Ya no quedan sueños, solo hay pesadillas.
Un 47% de los hispanos no se ha vacunado. Muchos de ellos carecen de papeles. Hablamos de varios millones que temen que los centros de vacunación sean lugares trampa de la policía de fronteras, y que vacunarse sea el camino más corto de una deportación exprés. Las campañas de información chocan con ese miedo estructural, y la memoria reciente de las políticas de Trump que separaba familias y encarcelaba a niños.
No poder faltar al trabajo
Y existe una razón económica: los hispanos no pueden permitirse faltar al trabajo en caso de reacción a la vacuna. Sucede lo mismo a los afroamericanos con empleo, aunque sea precario, que lo es en la mayoría de los casos. Tampoco pueden permitirse acudir al médico porque la mayoría carece de seguro de enfermedad. Los siguientes grupos después de los hispanos en el rechazo a la vacuna son los negros (46%), los nativo-americanos (44%) y los blancos (40%).
Entre los hispanos que no hablan inglés, la vacunación está funcionando mejor, porque las campañas de información en español son excelentes, con la participación de Tele Mundo y Univisión, dos cadenas muy seguidas por esta comunidad. Los que hablan un inglés perfecto suelen informarse por las redes sociales, en especial por Facebook y YouTube, donde corren las mentiras más disparatadas. El 56% de los hispanos de 18 a 29 años, los que más consumen este tipo de productos, aún no está inmunizado.
La situación es tan hostil que hasta hay dificultades para crear un pasaporte de vacunación. En muchas empresas está prohibido preguntar al empleado si está vacunado. Se considera una injerencia en su intimidad. Las mascarillas fueron, y son, objeto de militancia. Se las considera símbolos de la dictadura de la ciencia frente a la libertad y la fe. Con estos mimbres se puede afirmar que EEUU tiene un problema muy serio, y no es la pandemia, es el fanatismo que pone en riesgo el futuro de su democracia.
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