US Bishops Politicize the Eucharist against Biden

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CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Aborto y comunión se convierten en objeto de debate político en Estados Unidos. Del 16 al 18 de junio 168 obispos estadunidenses votaron en favor de redactar un documento sobre la eucaristía ante la caída de fieles en las misas. En absoluto desacato del Vaticano, los obispos conservadores debatieron incorporar en el texto una sección sobre la importancia de ser digno de recibir la comunión. Pidieron que se establezcan principios para decidir si se debe permitir o no el acceso al sacramento a aquellos creyentes en cargos públicos que apoyan leyes a favor del aborto y la eutanasia. El objetivo de los conservadores es censurar y negar la comunión a los políticos católicos y a otras figuras públicas que no respetan la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto y otras cuestiones doctrinales fundamentales. La medida apunta directamente al presidente católico Joe Biden. ¿Se imagina el escándalo: negar la comunión al presidente de Estados Unidos?

Ante la radicalización de una gran parte del episcopado, a finales de mayo el cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano, redactó una misiva en la que advertía a los obispos los riesgos de que una votación sobre esta postura pudiera “convertirse en una fuente de discordia y desunión en la Iglesia”. Sin embargo, sectores de la derecha eclesial conservan inercias de la guerra cultural que durante la campaña electoral de 2020 desataron contra Joe Biden. La mayoría de los católicos blancos votaron a favor de Donal Trump. Hay que recordar que los católicos conforman poco más de 25% del padrón electoral. Es decir, cerca de 68 millones de votantes.

Históricamente desde la elección del presidente católico John F. Kennedy, en 1960, los católicos se han dividido al 50% entre los dos partidos principales en las elecciones nacionales. Durante las últimas elecciones las campañas rivales se dirigieron a los católicos con fervientes llamados para que votaran en función de su fe. Los partidarios de Trump enarbolaron la bandera en contra de la llamada ideología de género, para que los fieles católicos no votaran por Biden debido a su apoyo al derecho al aborto. Por su parte, el equipo de campaña y partidarios de Biden, candidato demócrata, exponían las incongruencias éticas personales del presidente, quien además fue divisivo y con escasa sensibilidad a los problemas de justicia social que son parte de la enseñanza católica.

¿Cómo entender que sectores de obispos tensen políticamente la eucaristía en franca rebeldía frente al Vaticano? Diversos especialistas señalan que la simpatía y acercamiento entre Biden y el papa Francisco ha irritado a la derecha católica. Ambos tienen coincidencias en materia de política internacional, como el cambio climático, el tratamiento a refugiados y los migrantes. Además están las constantes referencias religiosas en el discurso político de Biden. Más que un acercamiento total entre ambos, su contraposición a Donald Trump los une. En el último debate presidencial Biden no tuvo empacho en citar la última encíclica social del Papa, Fratelli Tutti, sentenciando: “Francisco ha hecho preguntas, allí, que cualquiera que busque liderar esta gran nación debería responder”.

Sin duda este complejo posicionamiento refleja que la Iglesia Católica norteamericana sufre la mayor crisis de su historia. David Carlin, en su libro The decline & crisis of the catholic church in America (La declinación y la crisis de la Iglesia Católica en América) rastrea el declive de la Iglesia desde los sesenta con los grandes cambios culturales que no han sido acompaños por la institución. Sin embargo, los escándalos de pederastia clerical han representado en los últimos 25 años una rotunda pérdida de credibilidad, posicionamiento y enormes desgastes financieros. Se calcula que en dicho periodo ha perdido casi 30% de su feligresía. Según el informe de 2019 que el obispo Robert Barron, presidente de la Comisión de Evangelización y Catequesis, mostró en la Asamblea General de Obispos, 50% de los millennials abandonaron la Iglesia. Mientras uno ingresa, seis la abandonan. El 80% lo hace antes de los 23 años. La edad media de abandono de la Iglesia son los 13 años.

La crisis de la Iglesia se acentúa en sus posturas moralizantes cada vez más conservadoras y con impacto en el ámbito político. El debate sobre el aborto se ha entreverado con la identidad política de republicanos y demócratas. Y la jerarquía católica entra a dicha polarización, según John McGreevy, de la Universidad de Notre Dame, advirtiendo que los obispos, esclavos de una visión moral, activan una teología política que busca aprovechar el momento e incidir en la agenda pública. Los demócratas, en carta abierta, reprochan la “militarización de la eucaristía”. Y el riesgo sería que la pretensión clerical pueda ser mucho más perjudicial para la integridad de la eucarística de la Iglesia –pues alejaría aún más a las jóvenes generaciones– que la pretensión de acotar a aquellos políticos católicos liberales.

El choque frontal entre los obispos católicos estadunidenses y Joe Biden tiene como finalidad obstaculizar y acotar las iniciativas de la Casa Blanca en favor del derecho al aborto, a la eutanasia, el derecho de las mujeres sobre su cuerpo y prerrogativas de las minorías sexuales. En el editorial del influyente National Cathólic Reporter, de corte liberal, el 29 de junio, se acaba de discernir el drama de la Iglesia: “Una Iglesia así está rota y muriendo. No vamos a permitir que algunos hombres hipócritas, que intentan reafirmar su autoridad después de décadas de escándalos que ellos propiciaron, definan qué y quién es la iglesia, para nosotros o para la cultura en general… La Iglesia más pequeña y pura de la que habló el Papa emérito Benedicto XVI parece probable que se convierta en una realidad. La Eucaristía se ofrecerá por muchos, no para todos y tal vez no para tantos”.

Concluimos mostrando la siguiente paradoja: las dos iglesias nacionales económicamente más poderosas del mundo presentan rasgos antípodas. La alemana, enfilada en el “camino sinodal”, ha dado espacio a exigencias seculares de la cultura contemporánea y a voces radicales que piden la bendición de las parejas homosexuales y el sacerdocio femenino. Mientras la estadunidense politiza lo religioso, en modo regresivo, con el fin de incidir en la agenda pública en materia de derechos seculares. Vaya disyuntiva que tiene el Papa Francisco.

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