El que se antojaba un viaje con el que Sánchez buscaba algo de oxígeno y darse pisto en Estados Unidos se le ha acabado atragantando. Porque si ya era clamoroso el perjuicio para la imagen y los intereses de nuestro país que cruzara el charco sin conseguir que alto cargo alguno de la Administración Biden fuera a recibirle, la imprudente actitud que está demostrando en su gira va a acabar por deteriorar todavía más las ya gélidas relaciones entre la Casa Blanca y Moncloa. Y eso sí que es grave para los españoles, que tenemos en Washington un aliado insustituible e imprescindible. Causa estupor la irresponsabilidad de Sánchezal meterle el dedo en el ojo al Gobierno estadounidense en su propia casa, con sus críticas a la política del embargo contra el régimen cubano. No le hubiera venido mal a nuestro presidente algún cursillo de diplomacia antes de emprender viaje. Porque, como representante de España, no puede plantarse en ningún país y censurar lo que hacen sus dirigentes sin riesgo de provocar una crisis bilateral.
Y es que, al mismo tiempo que Biden redoblaba su presión contra el régimen castrista, el español criticaba el bloqueo en una entrevista en la cadena CNN en español. Sánchez dejó claro que no comparte la estrategia de Washington con La Habana y subrayó que los cubanos deben encontrar su camino hacia las «libertades» «sin injerencias». Como si esa postura de indigna equidistancia no se convirtiera en tantos casos en salvavidas para las dictaduras. De las situaciones enquistadas en la isla o en la cercana Venezuela, en gran medida por culpa de la inacción de la comunidad internacional, se benefician sus autócratas mientras los ciudadanos sufren miseria y desesperanza. El sanchismo es muy combativo con dictadores muertos como Franco y demasiado complaciente con los vivos, como Maduro o Díaz Canel. Paradojas de la historia: nuestro presidente defiende hoy en EEUU que la tiranía en Cuba es un asunto interno de la isla, lo mismo que dijo a propósito del 23-F el entonces secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, con un cinismo propio de una concepción de la realpolitik que hoy debiera estar superada.
El Gobierno español, por desgracia, no tiene ninguna política digna de tal nombre para Latinoamérica, a pesar de la influencia que nuestro país debiera desplegar en la región, y tampoco para Cuba. Y hasta tal punto está maniatado el presidente por sus socios de la izquierda radical que hemos asistido a la vergüenza que supone la negativa de Moncloa a calificar al sanguinario régimen castrista de dictadura. Todo ello invalida al Gobierno como interlocutor de Biden, quien no ha tardado en demostrar que la cuestión cubana es una política de Estado, independientemente de que la Casa Blanca la ocupen rojos o azules, y ha impuesto nuevas sanciones contra la cúpula militar castrista tras la feroz campaña de represión de los últimos días. «Esto es solo el principio», ha advertido el demócrata. Ojalá la tourné de Sánchez, seduzca o no a algún inversor, no nos acabe saliendo cara política y diplomáticamente.
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