Alguna vez me he preguntado qué sería de economías como las de algunos países del continente sudamericano, si un país como Estados Unidos hubiera decidido cerrar sus fronteras y la de sus aliados a procesos de comercio cuasi rutinarios.
La verdad, estoy seguro que muchos se hubieran encontrado en absoluta indefensión frente al gobierno del norte, pero peor aún, es seguro que muchos de los gobiernos del continente sometidos a este tipo de bloqueo estarían sumergidos en un sinsentido, buscando retomar relaciones con el poderoso del norte para que vuelva a abrirles las puertas o les permita un pequeño espacio para poder ser parte de su mercado.
Por otro lado, es bueno hacer notar que el paternalismo con el cual Estados Unidos ha venido absorbiendo la economía (tomando el comercio como estrategia) y el territorio de Sudamérica y Centroamérica data desde hace mucho tiempo; como la Doctrina Monroe, anunciada ya en 1823 por el presidente James Monroe, con la famosa frase “América para los americanos”.
Lo que en un principio parecía un chauvinismo continental, no era otra cosa que el anuncio del alejamiento de europeos para que esta declaración se entienda más bien como “América para los norteamericanos”.
El comercio, siendo la base del sistema económico mundial actual, representa el principal incentivo para que países mejoren sus niveles de producción y productividad, y busquen la temeraria idea de ir tras mercados cada vez más grandes y con exigencias más complicadas; muchas de éstas tienen que ver con medidas de inocuidad y seguridad de los productos que ingresan, pero muchas están también relacionadas a un proteccionismo natural que busca que se tenga un espacio razonable para los productos nacionales dentro del mercado local.
Es complejo definir qué porcentajes deben ser los que relacionan a productos importados versus los nacionales, sin embargo, en la mayoría de los países esto ha sido dejado a la poderosa mano invisible y es al final el mercado el que decide qué producto sobrevivirá en esta “encarnizada batalla”, sin importar si los productores son artesanos con medios de producción precarios y que tienen como única subsistencia la venta de un determinado producto; o por el contrario, se trata de un emporio multinacional que al verse sin el consumo de un determinado mercado, no le queda más opción que buscar otra presa más apetecible.
Según datos del Banco Mundial, el comercio en el mundo en 2018 habría alcanzado a $us 19,4 billones, mientras que América Latina y el Caribe habría atrapado la modesta suma de $us 1,13 billones, lo que muestra que la región de habla hispana no representa ni el 0,5% del comercio mundial. Solo Estados Unidos logra más que duplicar el volumen de comercio de todos los países de la región, llegando a $us 2,54 billones.
Los datos que se tiene del comercio en Cuba son que en 2018 habría alcanzado $us 8.800 millones, lo que es 0,07% del comercio que tenemos en América Latina y el Caribe. Este porcentaje tiene que ver en gran medida con un bloqueo que comenzó con el embargo del azúcar en 1959, año en el cual la Revolución en Cuba se la grita al mundo y se determina la nacionalización de las principales empresas gringas en territorio cubano, entre éstas las refinerías, lo que dejó más que enojada a la cúpula de Washington que para ese tiempo tenía como principal prioridad para el continente alejarlo de influencias de la ex Unión Soviética, la principal amenaza del plan intervencionista de EEUU.
Las relaciones comerciales con EEUU para los países de América Latina y el Caribe son prácticamente fundamentales en muchos de los casos; por ejemplo, en 2018 para el caso peruano, el 36% de sus hidrocarburos, el 32% de su agroindustria y el 49% de sus textiles y prendas fueron adquiridas por los poseedores de la Estatua de la Libertad.
La analogía realizada por el reconocido músico de Pink Floyd Roger Waters para explicar los últimos sucesos en Cuba, calza de manera perfecta sobre cómo se tergiversan los hechos para mostrar un gobierno cubano cuasi dictador y a un EEUU preocupado por los ciudadanos de un país que no es el suyo. La ocupación de territorio cubano se viene planificando hace décadas, pero siempre se hizo parecer que existe una “inquietud” por los habitantes de la isla, quienes evidentemente tienen muchas necesidades, pero son necesidades fundadas en el estrangulamiento económico-comercial que vive el país y que tiene como principal fin consagrar como nuevos dueños de la isla del encanto a los emporios de Wall Street.
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