Biden’s Iraqi Road

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha llegado a un acuerdo con el primer ministro iraquí, Mustafa al Kadhimi, según el cual a partir de finales de este año el ejército estadounidense ya no participará en ninguna misión de combate en ese país de Oriente Próximo. En teoría, la decisión cerrará un ciclo abierto —con una interrupción entre 2011 y 2014— con la invasión de 2003 ordenada por el entonces presidente George W. Bush.

El acuerdo forma parte de la estrategia de Biden para terminar con la participación directa de los militares estadounidenses en guerras que se prolongan desde hace casi dos décadas y del que el máximo exponente es la retirada de Afganistán. Conviene resaltar, sin embargo, que el anuncio sobre Irak tiene más de variante política que práctica, porque no se trata de una retirada completa —como sí que sucede en el caso afgano— sino que consiste en limitar formalmente las funciones de los efectivos estadounidenses desplegados. Actualmente, EE UU mantiene en Irak unos 2.500 soldados y el despliegue podrá seguir para tareas de “entrenamiento y la ayuda logística”, en términos expresados por la Administración estadounidense, que son ya ahora gran parte de sus funciones. Seguir sobre el terreno, aunque sin combatir, tiene un valor estratégico.

Si bien, por tanto, las cosas no cambian mucho para Washington, en cambio el anuncio supone una victoria para el primer ministro iraquí Al Kadhimi, quien tiene ante sí unas elecciones generales en octubre a las que puede acudir ahora con un logro conseguido ante las facciones más antiamericanas del electorado.

A diferencia de Afganistán, donde la retirada completa está causando un vuelco con el fuerte avance de los talibanes, en este caso, previsiblemente, no habrá un cambio muy tangible de escenario respecto a los países vecinos. La continuada presencia militar en Irak servirá como advertencia a Irán, país que ejerce una gran influencia sobre una parte importante del espectro político iraquí, y también como apoyo al casi millar de militares que en Siria colaboran con las milicias opositoras al régimen de Bachar el Asad y que a la vez combaten contra lo que queda del Estado Islámico.

La conclusión es que EE UU sigue considerando estratégica su presencia militar en el país pero esta adoptará ahora una forma menos costosa en términos políticos tanto para Bagdad como para Washington. En cualquier caso, Biden ha optado por un mensaje claro a la región de que no abandona Irak, una vía muy diferente a la de la salida afgana. Una retirada, esta última, que tras 20 años de operaciones causa perplejidad, al dejar en gran medida vía libre a los talibanes y al retroceso en derechos que estos representan.

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