The United States’ Humiliating Defeat in Afghanistan

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Humillante derrota de EEUU en Afganistán

El precipitado repliegue militar estadounidense supone el primer gran fiasco de Joe Biden desde que llegó a la Casa Blanca

La precipitada retirada de las tropas en Afganistán se ha convertido en el primer gran fracaso de Joe Biden desde que llegó a la Casa Blanca. El presidente de EEUU ha sufrido un revés cuya onda expansiva, a expensas de futuros movimientos en el tablero, aún no es posible de calibrar con exactitud. En su comparecencia de ayer, Biden admitió errores de cálculo, pero culpó a las autoridades afganas de «huir» ante el ataque talibán y de «no estar dispuestos a luchar por su propio país» pese al respaldo militar, económico y logístico prestado durante las dos últimas décadas. El mandatario estadounidense fue incapaz de explicar los graves errores de una operación que ha resultado humillante para EEUU. El personal diplomático ha tenido que ser evacuado de urgencia, las autoridades afganas firmaron la rendición -cuando lo que estaba previsto es que se produjera una negociación- y se ha desatado el caos en el aeropuerto de Kabul hasta el punto de suspenderse todos los vuelos civiles y militares; y de registrarse, al menos, cinco muertos. La desgarradoras escenas de pánico muestran en toda su crudeza lo que significa el terror talibán.

Dado que no se ha librado una batalla, técnicamente, no puede decirse que Washington haya sufrido un castigo militar. Sin embargo, el hecho de que los talibán, desalojados del poder por los estadounidenses hace 20 años, hayan recuperado el control de Afganistán constituye una derrota geopolítica sin paliativos. El fiasco de la misión iniciada en 2001 cabe imputarlo a cuatro presidentes: comenzó con Bush, siguió con Obama y Trump -ambos firmaron un pacto con los talibán para combatir al Estado Islámico y Al Qaeda-, y ha culminado con Biden. Más allá de las razones económicas que subyacen en el fondo de esta decisión, las oprobiosas condiciones de la retirada son responsabilidad exclusiva de Biden. Resultan inexplicables los fallos estrepitosos tanto de los planes de la Casa Blanca como de los servicios de inteligencia, incapaces de calcular la rapidez de la ofensiva insurgente. El escarnio es máximo teniendo en cuenta que quien podría liderar el Emirato Islámico es el mulá Abdul Ghani Baradar, ex preso en la cárcel de Guantánamo liberado por EEUU. La responsabilidad hay que extenderla también a la ONU, que vuelve a actuar tarde y mal, y a los países que participaron en la coalición internacional que debía facilitar la democracia en Afganistán.

Los talibán conforman un abyecto grupo de extremistas responsable de ejecuciones públicas, castigos corporales y una represión feroz contra las mujeres. El riesgo ahora, además del incremento de la inestabilidad en la región, es que se desate una crisis de refugiados. De ahí la frivolidad mayúscula de Podemos, que ya ha pedido acoger civiles por «responsabilidad directa». En el caso de España, resulta pertinente la exigencia de Casado para que Sánchez comparezca en aras de ofrecer explicaciones sobre la repatriación del personal en Afganistán. La evacuación debe hacerse de la forma más rápida y segura posible.

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