Haitian Drama

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El drama de los haitianos

Para los haitianos las desgracias no cesan. Unas son originadas por la violencia sistémica de la naturaleza que se vuelve contra la gente, otras por la pobreza crónica que se ceba con la mayoría de las familias, otras -ahora mismo- por la insolidaridad que persigue las ansias de buscar una vida, por lo menos, más humana.

Las noticias de los terremotos, los asesinatos, los millares de muertos y los crímenes de los herederos de los ‘tonton macoutes’ van pasando fugazmente por los medios internacionales de comunicación. Todas son dramáticas y la última, de momento, además escandalosa. Las imágenes de policías a caballo, colt en ristre, galopando en persecución de los refugiados, estremecen.

Fueron tomadas estos días pasados en Texas, el rico estado norteamericano que sigue exhibiendo una estrella solitaria en su bandera, donde corre el dinero y abunda el trabajo, pero el sentimiento de solidaridad si por algo brilla es por su ausencia. El gobernador republicano actual no destaca por su comprensión.

Ante la avalancha de refugiados haitianos que huyen de su pésima suerte, las órdenes impartidas han sido tajantes: cerrar la frontera con México y persecución sin piedad de los que consigan colarse. El derecho a escuchar a los refugiados, tan riguroso en los países democráticos, no cuenta.

Varios millares fueron deportados ya de manera drástica y el nuevo embajador norteamericano en Puerto Príncipe, Daniel Foote, dimitió por vergüenza. Fueron, dicen las crónicas, tratados como animales. Ni se les ha escuchado ni juzgado. Las organizaciones humanitarias ponen el grito en el cielo sin éxito. La esperanza puesta en la administración Biden empieza a frustrarse. Para ver esto, se escucha, nos valía Trump

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