Entre preocupación, temor y paranoia
Los cambios sociales y económicos en los Estados Unidos no son nuevos, pero comenzaron a acumularse las últimas tres o cuatro décadas, a través del crecimiento demográfico, educacional y político de las minorías étnicas, sexuales y religiosas
Los Estados Unidos, dice el historiador Robert Kagan, es una nación peligrosa. Y una de las razones es que es un país en constante estado de temor, o de paranoia, si así se quiere ver.
El miedo, dicen, es un motivador poderoso y se ha enseñoreado de una buena parte de la sociedad estadounidense, en especial un sector blanco, anglosajón, de clases media y media baja, profundamente nacionalistas y con fuerte influencia religiosa, que ve desaparecer poco a poco al mundo como lo conoció, o como lo imaginó.
Y en ese sentido la paranoia, la sensación de que el mundo busca firmas de arrebatarles lo que es suyo, lo que sus mitos les dicen fueron creación de sus antepasados, o su estilo de vida.
Esa formulación ha dado origen a lo que la academia y los medios estadounidenses definen como las guerras culturales, entre visiones del mundo que algunos presentan como competitivas, o mutuamente destructivas, cuando bien podrían ser complementarias.
Los cambios sociales y económicos en los Estados Unidos no son nuevos, pero comenzaron a acumularse las últimas tres o cuatro décadas, a través del crecimiento demográfico, educacional y político de las minorías étnicas, sexuales y religiosas.
De hecho, un número de estimaciones indica que en algún momento entre las décadas de 2030 y 2050 los blancos dejarán de ser la mayoría absoluta en Estados Unidos para pasar a ser la principal minoría en una nación de minorías.
Pero esa certidumbre futura se transforma en preocupación y miedo que pueden ser aprovechados políticamente hoy.
Igualmente, la presencia de minorías étnicas en el gobierno es visible y en algunos casos objeto de alarma: ¿mujeres que se proclaman de izquierda, morenas con nombres no-anglosajones en el Congreso de Estados Unidos? ¿afroestadounidenses que demandan el final del racismo institucional? ¿latinos que piden el fin de políticas persecutorias? ¿gobiernos que ordenan el cumplimiento de mandatos sanitarios? ¿ciudadanos que exigen responsabilidad de los cuerpos de Policía? ¿cuestionamiento de la historia oficial? ¿el final del endiosamiento de la raza blanca? ¿liberación femenina? ¿libertad religiosa para los no-cristianos?
Todo eso y un poco más.
Hoy, el choque se refleja en brutales debates que vistos desde afuera parecen absurdos, pero tienen un enorme sentido para los estadounidenses: el choque en torno a la llamada “teoría crítica de racismo”, que aborda las preconcepciones raciales integradas en una enseñanza escolar, o la lucha político-judicial en torno a los mandatos de vacunación obligatoria y uso de mascarillas, que para la derecha resulta una infracción de las libertades individuales.
En otras palabras, la derecha englobada ahora en el Partido Republicano hace uso de la paranoia y la preocupación de los blancos anglosajones ahí donde son suficientemente crédulos como para creer que pueden mantener indefinidamente la actual situación social, económica y política.
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