No hay distensión en la guerra fría entre EEUU y China
Se le acumulan los focos de tensión a Estados Unidos, que en política exterior no ha experimentado ningún viraje significativo tras el relevo de Trump. Más bien al contrario: Biden está dando continuidad al duro enfrentamiento con China por la hegemonía mundial, al tiempo que trata de mantener a raya a la Rusia de Putin. De ahí la importancia capital de la cumbre telemática celebrada ayer entre el presidente norteamericano y Xi Jinping.
Fueron casi tres horas y media de conversación entre los dos principales líderes del planeta, con un punto especialmente sensible en el orden del día: Taiwán. Aliado estratégico de Washington y objeto del deseo expansionista del gigante asiático, Biden dejó claro a Xi expresó el compromiso de Estados Unidos de defender a los taiwaneses frente a una eventual invasión china. A tal efecto, EEUU mantiene soldados en la isla por si se produce el ataque, lo que convierte al demócrata en el primer presidente estadounidense que adopta una posición de semejante firmeza en más de cuatro décadas. Por su parte, el presidente chino no se arredró y advirtió de que tomarán «medidas drásticas» si perciben que los taiwaneses están cruzando una línea roja. Es decir, si se produce la proclamación oficial y reconocida de independencia por parte de Taiwán.
Es cierto que la imagen exterior de Xi Jinping no pasa por su mejor momento. La agresividad contra Taiwán, la represión contra los activistas de Hong Kong, las violaciones de derechos humanos contra los uigures de Xinjiang, las trabas a la investigación sobre el origen de la pandemia y el giro autárquico por el cual China lleva con sus fronteras cerradas desde marzo de 2020 son hitos que han dañado la posición internacional de Xi. Pero por eso mismo no puede permitirse aparentar debilidad alguna, de modo que las líneas de tensión entre ambas potencias siguen igual que antes del encuentro.
Entretanto, Putin se suma al desafío lanzando un misil contra uno de sus propios satélites ya inoperantes en una demostración de su capacidad ofensiva en el espacio. Con esta maniobra, Rusia puso en peligro a la tripulación de la Estación Espacial Internacional -donde por cierto hay en estos momentos astronautas rusos- por la basura espacial generada a raíz del impacto. El pulso geopolítico, como vemos, ni siquiera se circunscribe a la Tierra.
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