Guantánamo: 2 Decades of Democratic Anomaly

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Guantánamo: dos décadas de anomalía democrática

A horror del 11-S le siguió un relajamiento de los estándares morales por los que la primera democracia del planeta ha de guiarse a sí misma y guiar a las demás. La peor parte de la respuesta americana a la salvaje y traumática agresión del terrorismo yihadista encuentra su símbolo más elocuente en Guantánamo, la cárcel creada por Estados Unidos con la intención de no cumplir en ella sus propias leyes. En las dos décadas transcurridas desde entonces han pasado por este limbo antidemocrático 780 hombres acusados de delitos graves contra la seguridad nacional. Nueve han muerto allí. Otros 732 han sido puestos en libertad. De ellos, algunos se han lanzado a actividades terroristas en Irak, Siria y Afganistán. En la cárcel siguen prisioneros 39 altos dirigentes de Al Qaeda.

Tras George W. Bush, el presidente que lo puso en marcha al calor de la guerra declarada contra el terrorismo internacional, llegó Barack Obama con su promesa buenista de cerrar Guantánamo. Como otros compromisos de grata publicidad e improbable cumplimiento, Obama abandonó el cargo sin haber logrado poner fin a la excepción penitenciaria más famosa del mundo. Nadie esperaba de Trump que lo hiciese. Y hoy, con el demócrata Joe Biden en la presidencia, tampoco se le ve un final próximo a esta anomalía que ensombrece el liderazgo y la autoridad moral de la primera potencia del mundo. Algunos de los testimonios de presos que hoy ofrecemos en exclusiva en nuestras páginas informan con rotundidad de los intolerables excesos perpetrados por Estados Unidos; escándalos que, como sucede con las torturas de Abu Ghraib, engordan el argumentario antiimperialista al que recurren demagógicamente todas las autocracias, dictaduras y regímenes populistas del mundo para justificar crímenes infinitamente peores.

Se ha dicho que un parámetro elocuente para medir la exigencia democrática de un país consiste precisamente en la calidad de su sistema penitenciario. Nadie pone en duda que la imagen internacional de Estados Unidos se ha resentido de la existencia y mantenimiento por dos décadas de Guantánamo. La solución no es sencilla ni rápida, pero Biden haría bien en acelerar el cierre de un lugar ominoso donde los derechos humanos fueron conculcados cínicamente en nombre de la defensa global de los derechos humanos.

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