Death of 2 On-Duty Police Officers Stirs Up Fears of a New Wave of Violence in New York

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La muerte de dos policías en un acto de servicio agita el temor a una nueva oleada de violencia en Nueva York

El alcalde califica la situación de “crisis de salud pública” y adelanta la reforma del cuerpo para atajar el tráfico de armas ilegales

La ciudad de Nueva York no lloraba la muerte de dos policías en el mismo acto de servicio desde 2014. El viernes, dos agentes veinteañeros e hispanos -el cuerpo es cada vez más diverso étnicamente, frente al predominio de italoamericanos e irlandeses antaño- acudieron a un domicilio de Harlem por la llamada de una mujer a la que su hijo estaba amenazando. Con un arma ilegal, trucada, procedente de los bajos fondos de Baltimore, el hombre disparó contra Jason Rivera y Wilbert Mora, de 22 y 27 años, respectivamente. El primero murió casi en el acto; su compañero ha sucumbido a las heridas este martes en un hospital de Nueva York. El asesino, con cuentas con la justicia ya saldadas, falleció el sábado a causa de las heridas en la cabeza que los agentes, y un tercer compañero que resultó ileso, le infligieron para repeler la agresión.

La emboscada que sufrieron Jason y Wilbert fue el último incidente de una semana en la que otros dos agentes de servicio resultaron heridos de bala, en un clima de creciente inseguridad que el alcalde, Eric Adams -que fue policía durante décadas-, ha calificado de “auténtica crisis de salud pública”. Además de los agentes, desde primeros de enero, cuando accedió a la alcaldía, ha habido otras víctimas de la violencia armada, como Cristal, la puertorriqueña asesinada durante el atraco a la hamburguesería de East Harlem donde trabajaba, o la bebé de 11 meses alcanzada por una bala perdida mientras descansaba en brazos de su madre en el interior de un automóvil. Ante la cadena de comida rápida donde murió Cristal, en la calle 116, se alza un altar improvisado lleno de flores, peluches y globos que engorda día a día.

Aunque la violencia ha ido en aumento durante la pandemia, tanto en Nueva York como en otras grandes ciudades del país, puede parecer un siniestro guiño del destino que esta oleada se produzca al inicio del mandato de quien fuera oficial y luego capitán del departamento de policía de Nueva York (con 35.000 agentes, el mayor del país). Su promesa de una ciudad más segura, una de las bazas que le dieron la alcaldía en las elecciones de junio, se ha visto letalmente confrontada por los hechos y este lunes, en un largo discurso televisado, Adams adelantó algunos detalles de sus planes de reforma del cuerpo. “Estamos lidiando con una oleada de violencia”, dijo Adams; una violencia también palpable en las instalaciones del metro de la ciudad, aunque por otros motivos: por ser el cobijo diario de numerosos sintecho con graves problemas mentales, como el individuo que hace dos semanas empujó al andén por azar a una mujer de 40 años, que falleció al ser arrollada por el vagón.

Pero el goteo de muertes por disparos, alimentado por la transfusión de armas ilegales desde los Estados del sur y el Medio Oeste del país a grandes urbes como Nueva York, ha introducido la variable cualitativa en las estadísticas, además de acelerar la respuesta política. “No vamos a entregar nuestra ciudad a unos pocos violentos. La seguridad y la justicia son requisitos para la prosperidad, no hay tiempo que perder”, subrayó Adams en su discurso. Entre otras medidas, el regidor anunció el despliegue de más policías en el metro -actualmente un millar de uniformados lo patrulla a diario- y en las 30 comisarías de distrito que concentran el 80% de los últimos episodios de violencia. También prometió recuperar una unidad para detectar y retirar de la circulación armas de fuego que fue desmantelada por su predecesor en 2020. La diferencia es que los agentes adscritos a la anterior versión vestían de paisano, y Adams ahora no quiere enmascarar su presencia.

Otros espinosos asuntos, como el incierto porvenir de los 250.000 jóvenes entre 16 y 24 años mano sobre mano en los barrios de la ciudad, pasto de las bandas o el crimen organizado; el riesgo de una ciudad cada vez más policial -una amenaza que experimentan especialmente las comunidades afroamericana y latina-, los recursos para afrontar de forma integral la integración y la salud mental de los sintecho o la reforma de la justicia penal se ciernen como losas sobre los planes de Adams. El consuelo es el presente: una ciudad con sólo 488 homicidios en 2021… frente a los 2.000 que se registraban año tras año a comienzos de los noventa.

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