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Palomas europeas y halcones americanos

Washington y Bruselas difieren en sus percepciones sobre una guerra inminente

Europa

Palomas europeas y halcones americanos

Washington y Bruselas difieren en sus percepciones sobre una guerra inminente

La amenaza de una invasión rusa en Ucrania ha revitalizado el vínculo transatlántico entre EE UU y la UE tras el invierno de la Administración Trump y ha sacado a la OTAN del estado de «muerte cerebral», en palabras del presidente francés, Emmanuel Macron, durante una entrevista con «The Economist» en 2019. Si finalmente Putin decide entrar en Ucrania nadie debería dudar de que Washington y Bruselas actuarán en un solo frente y en una misma dirección. Pero es sobre esta cuestión concreta y, por otro lado clave, de si estamos o no, ante una incursión inminente de las tropas rusas en Ucrania donde existen abultadas discrepancias entre los dos socios.

Desde la semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viene alertando casi a diario de la intervención de Rusia en Ucrania. El Pentágono ha puesto a 8.500 soldados en «estado de máxima alerta» para aumentar, en el caso que sea necesario, el despliegue de tropas de la OTAN en Europa. Los generales norteamericanos sostienen que no ven ninguna señal de desescalada por parte del Kremlin y justifican estas medidas enérgicas. Estados Unidos ha retirado también a su personal no esencial de la Embajada de Kiev. Una iniciativa que fue secundada por Reino Unido y Australia. En las capitales europeas, especialmente París y Berlín, estas medidas causaron cierta «perplejidad». El jefe de la diplomacia europea, el español Josep Borrell, pidió «no dramatizar». La misma sensación se produjo dentro del Gobierno ucraniano. Los europeos piden prudencia para no caer en una «profecía autocumplida», pero, sobre todo, para no crear una volatilidad adicional. ¿Quién tiene razón? Los dos. Rusia ha multiplicado las señales sobre una intervención en Ucrania desde noviembre de 2021. Cerca de un tercio de los grupos tácticos del Ejército ruso habrían sido trasladados al frente en las últimas semanas. Un despliegue muy superior a los que nos tenía habituados el Kremlin. Rusia ha lanzado esta semana maniobras de envergadura en el sur del país y en Crimea, anexionada ilegalmente en 2014. Tras denegar a Putin un derecho de veto sobre la membresía de la OTAN que rompería con el principio de «puertas abiertas», Washington teme que esto sirva de pretexto para la invasión rusa en Ucrania. La Casa Blanca cree que podría producirse a mediados de febrero. En diciembre dijo que sería a finales de enero.

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Washington y Bruselas difieren en sus percepciones sobre una guerra inminente

Rocío Colomer

Rocío Colomer

ROCÍO COLOMER

CREADA27-01-2022 | 00:30 H

ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN28-01-2022 | 15:53 H

La amenaza de una invasión rusa en Ucrania ha revitalizado el vínculo transatlántico entre EE UU y la UE tras el invierno de la Administración Trump y ha sacado a la OTAN del estado de «muerte cerebral», en palabras del presidente francés, Emmanuel Macron, durante una entrevista con «The Economist» en 2019. Si finalmente Putin decide entrar en Ucrania nadie debería dudar de que Washington y Bruselas actuarán en un solo frente y en una misma dirección. Pero es sobre esta cuestión concreta y, por otro lado clave, de si estamos o no, ante una incursión inminente de las tropas rusas en Ucrania donde existen abultadas discrepancias entre los dos socios.

Desde la semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viene alertando casi a diario de la intervención de Rusia en Ucrania. El Pentágono ha puesto a 8.500 soldados en «estado de máxima alerta» para aumentar, en el caso que sea necesario, el despliegue de tropas de la OTAN en Europa. Los generales norteamericanos sostienen que no ven ninguna señal de desescalada por parte del Kremlin y justifican estas medidas enérgicas. Estados Unidos ha retirado también a su personal no esencial de la Embajada de Kiev. Una iniciativa que fue secundada por Reino Unido y Australia. En las capitales europeas, especialmente París y Berlín, estas medidas causaron cierta «perplejidad». El jefe de la diplomacia europea, el español Josep Borrell, pidió «no dramatizar». La misma sensación se produjo dentro del Gobierno ucraniano. Los europeos piden prudencia para no caer en una «profecía autocumplida», pero, sobre todo, para no crear una volatilidad adicional. ¿Quién tiene razón? Los dos. Rusia ha multiplicado las señales sobre una intervención en Ucrania desde noviembre de 2021. Cerca de un tercio de los grupos tácticos del Ejército ruso habrían sido trasladados al frente en las últimas semanas. Un despliegue muy superior a los que nos tenía habituados el Kremlin. Rusia ha lanzado esta semana maniobras de envergadura en el sur del país y en Crimea, anexionada ilegalmente en 2014. Tras denegar a Putin un derecho de veto sobre la membresía de la OTAN que rompería con el principio de «puertas abiertas», Washington teme que esto sirva de pretexto para la invasión rusa en Ucrania. La Casa Blanca cree que podría producirse a mediados de febrero. En diciembre dijo que sería a finales de enero.

En el viejo continente, sin embargo, algunos diplomáticos consideran que el número de tropas, en torno a 120.000 efectivos en la frontera, son insuficientes para iniciar una ofensiva a gran escala. Advierten, además, que esta opción sería demasiado costosa para Putin debido al profundo sentimiento pro europeo que predomina entre los ucranianos. Los escépticos defienden que el maestro del Kremlin no avisa con antelación sobre sus operaciones. Como buen ex agente de la KGB, opera en las sombras. Recuerdan, también, que prefiere los ataques híbridos y limitados en los que es más fácil controlar los daños.

Macron, que aboga por un diálogo europeo con Rusia al margen (o en paralelo) a EE UU, mantendrá este viernes una conversación telefónica con Putin. Junto a Berlín ha resucitado el cuarteto de Normandía. El objetivo es lograr una desescalada y para ello se requiere tanto el diálogo como la disuasión.

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