La relación entre México y Estados Unidos es complicada porque es asimétrica. Tanto que, según algunos exfuncionarios estadounidenses, a veces sus acciones más extremas son descartadas por objeciones legales y razones políticas internas.
Una de las bases en la relación bilateral es que por seguridad nacional, EU desea evitar acciones que lleven a la desestabilización de México, ante las consecuencias económicas y políticas de una crisis en un país vecino.
Pero, ¿y si hubiera un gobierno estadounidense que no se preocupara?
Ese es un mensaje en el libro A Sacred Oath, del exsecretario de Defensa Mark Esper, quien afirma que si Donald Trump no ordenó el bombardeo de laboratorios de drogas ilegales en México, o el envío de 250 mil soldados a la frontera para prevenir la llegada de migrantes centroamericanos, fue por las objeciones de sus colaboradores.
De poder bombardear laboratorios ilegales en México podían y pueden hacerlo, indica Esper. Pero eso es ilegal y no se hace a países amigos; las tropas en la frontera habrían sido un problema político y legal interno.
Pero… A poco más de dos años de las próximas elecciones en Estados Unidos, el gobierno mexicano podría preguntarse cómo sería vivir, o convivir, con un país donde parece tener cada vez menos amigos, y un régimen donde las conspiraciones y las frustraciones políticas inmediatas guíen la toma de decisiones.
De acuerdo con las actuales estimaciones, es posible que el Partido Republicano gane los comicios de noviembre próximo, cuando esté en juego el control del Poder Legislativo, y las elecciones presidenciales de 2024.
El problema es que se trata de un Partido Republicano dominado por teóricos de la conspiración, de esos que como el gobernador de Texas, Greg Abbott, hablan de “invasiones” de migrantes indocumentados, de que la administración mexicana no controla su territorio, de que una gran cábala de pedófilos integrada por demócratas y liberales se basa en el inexistente sótano de una pizzería de Washington.
O en una trampa electoral sin pruebas.
El predominio de tesis conspirativas entre los republicanos se debe en buena medida a Trump, que logró amalgamar a su alrededor tendencias ya existentes, y busca regresar al poder con las mismas nociones de nacionalismo, xenofobia y racismo.
Es el mismo hombre que amén de preguntar sobre la posibilidad de bombardear laboratorios de drogas en México, comenzó la construcción de una barda en la frontera y presionó al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador a usar las Fuerzas Armadas para detener las caravanas de migrantes centroamericanos y aceptar que miles de presuntos peticionarios de asilo en EU se apiñaran en el lado mexicano.
Muchas acciones del gobierno de Trump fueron detenidas por colaboradores con una visión clara de situaciones legales, legislativas y políticas, pero un segundo gobierno Trump, o trumpista, puede no tener esos frenos…
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.