Shades of the Latin American-US Relationship

June 24, 2022

Published in El Heraldo de Mexico
(Mexico) on 13 June 2022
by José Carreño Figueras (link to original link to original)

Translated from by Hannah Bowditch. Edited by Gillian Palmer.

It’s possible that the 10th Summit of the Americas, in three or four years' time, will take place without a Joe Biden or a liberal in the U.S. presidency.

How many of the speeches made last Thursday and Friday in Los Angeles, at the Ninth Summit of the Americas, were aimed at domestic audiences rather than being foreign policy announcements?

And the second question: Would it have been possible if, instead of Joe Biden, a politician who recognizes the importance of dialogue and debate to solve problems democratically, there had been Donald Trump, or one of his supporters?

The conditions of the summit would certainly have been different. And who knows if Latin American and Caribbean countries would have moved within the same margins of dissent they did this time.

Truth be told, it’s within the realm of possibility that the 10th Summit of the Americas, in three or four years' time, will be held without a Biden or a liberal in the U.S. presidency, and with a conservative or right-winger in the White House instead.

Some in the U.S. believe that Biden is a weak but well-meaning president who can be defied with impunity in both domestic and foreign policy. At least, it seems that way considering his apparently calm response to the Democratic senators who abandoned him in the vote on his economic package, or the tranquility with which he sat and listened to some of his guests’ comments in the summit plenary.

Or the negotiating style that led him to invite seemingly reluctant interlocutors to the White House, such as Brazilian President Jair Bolsonaro — who is running for reelection — and Argentine President Alberto Fernández — who will seek reelection next year — who agreed to attend in exchange for their respective visits to Washington and a photo with Biden.

President Andrés Manuel López Obrador is not up for reelection, but he will undoubtedly find it extremely advantageous to demonstrate that he has a very positive relationship with his American counterpart, especially after all the speculation about the impact of his rhetoric and attitude toward his relationship with Mexico’s main trading partner.

The window of opportunity is brief. The difference is in the relationship with someone like Trump or a Trumpist, who has authoritarian tendencies, and someone like Biden or a Democrat, who seeks to achieve the same results through dialogue and persuasion.

Certainly, as Foreign Minister Marcelo Ebrard (a presidential candidate himself) said, global conditions have changed and the geopolitical situation is not the same as it was three or four years ago — pre-pandemic, pre-war in Ukraine and before the food, energy and grid crises, combined with the economic problems that are reflected in high inflation.

But the way they are tackled can dramatically change from one U.S. administration to another, from one that believes in diplomacy to one intent on proving that its country is capable of imposing conditions.

Tonalidades en la relación América Latina-EU

Está en lo posible que la X Cumbre de las Américas, dentro de tres o cuatro años, se celebre sin un Biden o un liberal en la Presidencia estadounidense

LOS ÁNGELES, California. ¿Cuántos de los discursos que se pronunciaron el jueves y viernes de la semana pasada en Los Ángeles, en la IX Cumbre de las Américas, tuvieron públicos domésticos como verdaderas audiencias por encima de pronunciamientos de política exterior?

Y una segunda pregunta: ¿habrían sido posibles si en vez de Joe Biden, un político a favor de la necesidad del diálogo y el debate para resolver problemas de forma democrática hubiera estado Donald Trump o alguno de sus seguidores?

Ciertamente las condiciones de la cumbre hubieran sido distintas. Y quién sabe si los países latinoamericanos y del Caribe hubieran tenido los márgenes de disensión en que se movieron esta vez.

Porque la verdad sea dicha, está en lo posible que la X Cumbre de las Américas, dentro de tres o cuatro años, se celebre sin un Biden o un liberal en la Presidencia estadounidense, pero sí con un conservador o derechista en la Casa Blanca.

Algunos en EU creen que Biden es un presidente débil, con buenas intenciones, pero al que es posible desafiar impunemente, tanto en política interna como externa. Y al menos eso parecería así, de considerarse la aparentemente calmada respuesta a senadores demócratas que lo abandonaron en la votación sobre su paquete económico, o la tranquilidad con que se sentó a escuchar los señalamientos de algunos de sus invitados en la plenaria de la Cumbre.

O la negociadora formulación que lo llevó a invitar a la Casa Blanca a interlocutores al parecer renuentes, como el presidente brasileño Jair Bolsonaro –quien está en campaña de reelección– o el mandatario argentino Alberto Fernández –que buscará reelegirse el próximo año–, que aceptaron asistir a cambio de respectivas visitas a Washington y foto con Biden.

El presidente Andrés Manuel López Obrador no está para reelección, pero sin duda, encontrará ventajoso demostrar que tiene una muy positiva relación con su contraparte estadounidense, luego de todas las especulaciones sobre el impacto de su retórica y su actitud en la relación con el principal socio comercial de México.

La ventana de oportunidad es breve. La diferencia está en la relación con un Trump, o un trumpista, con tendencias autoritarias que con un Biden o un demócrata que busque obtener los mismos resultados a través de dialogar y convencer.

Ciertamente, como dijo el canciller Marcelo Ebrard, un precandidato presidencial, él mismo, las condiciones mundiales han cambiado y la situación geopolítica no es la misma que hace tres o cuatro años, en los tiempos prepandemia, de la guerra en Ucrania y la crisis alimentaria, energética y de las redes de suministro combinadas con problemas económicos reflejados en una alta inflación.

Pero la forma de abordarlas puede cambiar brutalmente de un gobierno estadounidense a otro, de uno que cree en la diplomacia a otro empeñado en demostrar que su país puede imponer condiciones.

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