EU, ¿y su relación con América Latina?
Los latinos estadounidenses tienen un impacto cada vez mayor en su política, economía y cultura, con especial énfasis en la última
Cuando el presidente argentino, Alberto Fernández, invitó a su colega estadounidense Joe Biden a la próxima reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en diciembre en Buenos Aires, marcó tal vez sin querer un punto en un debate que comienza a tomar forma.
¿Qué pasaría si Estados Unidos reclamara su lugar como país latinoamericano y de habla española?
Parece absurdo, pero la verdad, y al margen de la apoplejía que sufrirían algunos tradicionalistas latinoamericanos, habría que considerar unos cuantos detalles.
De entrada, en Estados Unidos hay unos 65 millones de personas de origen latino y de ellas por lo menos 55 millones son de habla española. En otras palabras, son el segundo país hispano del mundo, sólo después de México, y con más hispanohablantes que Colombia, España y Argentina.
De esos 60 y algo millones, la inmensa mayoría tienen padres, abuelos o bisabuelos de origen latinoamericano, mexicano mayormente, pero también puertorriqueño, cubano y dominicano o centroamericano, con algunos descendientes directos en las generaciones más recientes o más lejos en el pasado.
El crecimiento demográfico de los hispanos en EU es cada vez más resultado de nacimientos, a razón de un millón anual desde el año 2000, que de la llegada de migrantes. Y eso pone en cuestión muchas ideas y concepciones políticas.
Los latinos son ahora el segundo bloque racial, aunque no político, de Estados Unidos después de los anglosajones.
Valdría la pena preguntarse sobre la relación que una tercera generación de latinos nacidos en Estados Unidos tendría con su patria ancestral. Los ejemplos existentes hablan de unos vínculos de amor-odio-indiferencia-orgullo.
Los irlandeses celebran el día de San Patricio, cuando usan prendas verdes y proclaman su origen. Pero son sobre todo estadounidenses. Los italianos adoran su comida, o al menos su versión de comida italiana, y recorrer la vieja tierra, pero también son sobre todo estadounidenses.
¿Será ese el destino de los descendientes de mexicanos, centroamericanos o cubanos?
Es posible. Pero los gobiernos de los países que expulsaron a los ancestros de ese cada vez más prominente grupo de población estadounidense harían bien en prepararse a buscar mejores relaciones con ellos. No sólo con los migrantes, sino con sus hijos, sus nietos o sus bisnietos.
Como parte creciente de la sociedad en EU, los latinos estadounidenses tienen un impacto cada vez mayor en su política, su economía y su cultura, con especial énfasis en la última por su resonancia en y su interacción con América Latina.
Así, la pregunta puede ser cuánto tiempo tardará para que el grupo latino de Estados Unidos se constituya en un grupo social que al margen de sus diferencias políticas reclame no sólo sus derechos en su país sino un lugar entre las naciones latinoamericanas.
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