Los EU, el intento de regresión
Y lo grave es que ese sector se entremezcló con grupos racistas o de extrema derecha para tratar de revivir unos Estados Unidos que nunca existieron, salvo en las películas, los programas de televisión y la imaginación
Afirmar que los Estados Unidos son una nación dividida ya suena como un tema viejo, pero nunca está de más subrayar el problemático momento en que se encuentran.
Al igual que otros países, los conservadores estadounidenses desean revivir lo que creen fue su país hace 50 o 100 años y revitalizar viejas ideas o ideales que creen centrales para enfrentar a nuevas tendencias y tecnologías, movimientos sociales e interdependencias en un mundo fundamentalmente distinto a aquel en que crecieron.
Es difícil explicar la más reciente decisión de la Suprema Corte de Justicia estadounidense al revocar una decisión de 1973 que despenalizó el aborto y abrió la puerta no sólo al control de la mujer sobre su cuerpo como al concepto de derechos sexuales, sin recordar que la principal potencia mundial tiene un sector tan profundamente religioso y conservador que todavía cree que los mandatos religiosos son los únicos válidos.
Y lo grave es que ese sector se entremezcló con grupos racistas o de extrema derecha para tratar de revivir unos Estados Unidos que nunca existieron, salvo en las películas, los programas de televisión y la imaginación.
Y no es de olvidar que los estados donde tienen mayor éxito sean aquellos que formaron parte de la Confederación, el bloque que en defensa de su sistema esclavista trató de separarse de los Estados Unidos en la Guerra Civil de 1861-65.
El que ese sector, que representa alrededor de 30 por ciento de la población haya logrado convencer a por lo menos 20 por ciento más de que sus propuestas valen la pena, es una muestra de su capacidad política, de un trabajo de largo plazo –como la paciente instalación de una abrumadora mayoría conservadora en la Suprema Corte– y de la división e incapacidad de la izquierda.
En todo caso es un nuevo capítulo en un choque de culturas –urbana contra rural, liberal contra conservadora, machista contra feminista, rigidez contra tolerancia–, donde el grupo que hoy parece tener la ventaja es el de quienes creen que la autosuficiencia, la limitación de derechos a las mujeres y las minorías o el retorno a normas y situaciones de los años 1950 son la solución para los problemas de su país.
En ese marco no puede extrañar que algunos vayan tan lejos como para desempolvar leyes del siglo XIX, como un estatuto antiaborto recién reinstalado en Wisconsin.
Peor aún, hay ahora algunos que comienzan a debatir la posibilidad de que el fallo lleve a que algunos estados traten de impedir que sus habitantes viajen en busca de tratamientos médicos que como ahora el aborto les están prohibidos.
Como anécdota, uno de los mayores reclamos de los propietarios de esclavos es que aquellos que se fugaban, al norte estadounidense o a México, no eran devueltos.
Es difícil evaluar el impacto de esta nueva situación, excepto que algunos creen que puede originar una reacción contraria del centro y de izquierda para tratar de restablecer el equilibrio roto y una concentración en temas domésticos.
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