Retroceso democrático
El presidente Joe Biden ha definido el enfrentamiento entre la autocracia y la democracia como un tema central de nuestro tiempo y como el eje de la política exterior de su gobierno. Ha cuestionado el régimen de Xi Jinping en materia de derechos humanos, por la supresión de las libertades individuales en Hong Kong y por su amenaza de obtener la incorporación de Taiwán por la fuerza. Ha organizado una vigorosa respuesta internacional a la invasión de Vladímir Putin a Ucrania, imponiéndole sanciones económicas a Rusia y movilizando cuantiosos recursos financieros y militares a favor del gobierno de Ucrania.
Para apoyar la resistencia ucraniana contra la agresión rusa, el presidente Biden ha revivido el concepto de convertir a Estados Unidos en “el arsenal de la democracia”, término acuñado por el presidente Roosevelt al comienzo de la Segunda Guerra Mundial para ayudarle al Reino Unido a resistir la agresión nazi, antes de haber entrado formalmente al conflicto en calidad de beligerante.
Frente a la agresión rusa, se ha fortalecido a la Otan y ratificado el compromiso de Estados Unidos con la defensa de las democracias occidentales. Con respecto a las relaciones entre Rusia y las naciones europeas, se ha regresado a una situación similar a la que existió durante la Guerra Fría. En el frente de la política exterior ha habido un cambio indiscutible con respecto a la actitud del gobierno anterior, cuando se hostilizaba a la Unión Europea y se expresaba una extraña simpatía por los regímenes autocráticos de Rusia y Corea del Norte.
Pero la principal amenaza contra la democracia estadounidense no proviene del exterior. Es doméstica, y es de carácter partidista y de carácter judicial. En materia partidista, Estados Unidos enfrenta la situación sin precedentes de un expresidente que se rehusó a permitir la transferencia pacífica del poder, e intentó perpetuarse en el gobierno por la violencia, habiendo perdido las elecciones por un margen de siete millones de votos, quien ha convencido a sus seguidores de que su sucesor es un presidente ilegítimo. Si bien Donald Trump es la figura conspicua de la amenaza a la democracia, él es un síntoma más bien, no la causa de esta. El problema fundamental es que el Partido Republicano, sintiéndose en minoría, ha dejado de creer en la democracia liberal y está dispuesto a recurrir a medios ilegales para lograr el poder y ejercerlo en contra de la voluntad popular.
La manifestación judicial de ese fenómeno es la decisión reciente de la Corte Suprema, con mayoría de magistrados de extrema derecha, nombrados por presidentes republicanos, de anular decisiones progresistas anteriores que ampliaban las libertades individuales, tales como Roe contra Wade, que legalizó el derecho al aborto. El argumento aducido de que el derecho al aborto no hace parte de la Constitución dejaría en entredicho decisiones anteriores que legalizaron la planificación familiar y el matrimonio igualitario.
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